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Dicen por ahì que las cosas más insignificantes son las más importantes. Este blog es un intento insignificante... un poco de todo!

miércoles, 27 de abril de 2011

Desde la época del positivismo, se ha derrochado hasta cierto punto toda manera de estar en la realidad, que no sea la experiencia de ajustar la lógica a los experimentos que captamos de la realidad. Así, hemos estado privilegiando la vida científica y teorética como vida suprema y única real. A lo largo del tiempo, desde la edad media hasta nuestros días, debido a los grandes avances de la técnica y de la ciencia, hemos estado depositando nuestra vida y relaciones en estos métodos. Sin embargo la psicología de nuestros tiempo y otras ciencias – ciencias no exactas, y que por lo mismo han sufrido un largo proceso en llamarse ciencias- han descubierto nuevas maneras de acercarse a la realidad, a la realidad última, la del lenguaje, la del símbolo, sin limitar la realidad a digresiones o concreciones lógicas, ni funcionamientos, sino dejando libre la realidad sin comprenderla del todo pero conviviendo con ella en paz y aceptación, en intuición, de estas actitudes nacen siempre noticias generales de amor en el corazón del hombre y le comprometen de una nueva manera, a oscuras para el pensamiento y de luz para el acto, aman, se entregan, y aceptan la realidad como viene y se sorprenden de lo nuevo, lloran el dolor, y se alegran en el placer, todos los amores forman parte de uno único, que los integra y hace madurarse. Esos son los místicos poetas, que simbolizan la realidad para no limitarla, - como los científicos que explican una parte de la realidad- pero la diferencia es que los primeros aceptan no tener toda la verdad, y convivir con esa impotencia ante lo real, ante lo inminente, aceptarlo y saben que hacer con ello, amar…

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