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miércoles, 11 de mayo de 2011

contemplación, teorética/ amorosa


INTRODUCCIÓN.

Algunos meses atrás, en la clase de literatura, se nos invitaba a buscar algún tema que nos interesara, a mí me estaba haciendo mucho ruido el hecho de que busquemos siempre la felicidad, y me parecía una construcción cultural y no una necesidad en el hombre, sin embargo después de cursar literatura y el curso de Aristóteles, en cada clase leía o interpretaba y buscaba razones para contradecir la idea de felicidad, y me di cuenta de que más bien mi inquietud se debía a no tener claro lo que buscaba yo como felicidad.  Entonces después de pensarlo y estando en esa continua reflexión, me di cuenta de que la autarquía como la presenta Aristóteles es precisamente lo que me había llamado la atención unos meses atrás en el noviciado, y que había encontrado en el camino místico que plantea San Juan de la Cruz,  es por eso que quiero ahondar en los puntos convergentes entre éstos dos grandes maestros que buscaban de diferentes maneras la plenitud del ser humano y que considero que tienen mucho en común, aún cuando hay grandes diferencias, las semejanzas que pueden haber son suficientes para construir de diferentes maneras una autarquía en el ser humano basada en diferentes principios y con ideales distintos, aunque al final se llegue a lugares muy parecidos.



SEMEJANZAS.



Aristóteles comienza, preguntándose, sobre los deseos del ser humano, sobre qué es lo que cada quién desea, y encuentra algunas cosas que aunque se desean no complacen del todo, por ejemplo el placer, éste no puede saciar al hombre, no es una actividad en la que se llegue a término, sino sólo un medio para llegar a algo más, así también el poder, pues las personas rehuimos a la servidumbre, pero el poder no te quita la angustia y el miedo de que te sea arrebatado por otros, no es un fin pues puede acabarse, tampoco los bienes materiales, pues éstos pueden faltar en el ser humano, tampoco podemos poner el fin en nuestras riquezas cuando se tienen pues aunque con ellas se compra casi todo, hasta a otras personas, habiendo dos riquezas la natural- la de los alimentos, vivienda etc.- y la artificial, -la del dinero, intercambio- no son un fin en sí mismo, las primeras buscan responder a la necesidad las segundas buscan comprar otras cosas para saciar esas necesidades,  hay  quien pone la felicidad o su fin en el honor, pero éste depende más de quien lo da que de quien lo recibe.

 Del mismo modo Juan de la Cruz va a desarrollar todo un sistema ascético y doctrinal para decirnos que aunque tenemos muchos tipos de apetitos, éstos no nos pueden saciar esa hambre, bajo diferentes discursos religiosos termina diciendo que las cosas del mundo son vanas, (es decir pasajeras), que engañan, ( es decir prometen más de lo que son), que todo se acaba y falta como el agua que corre, el tiempo es incierto, que gran parte de su vida puede estarse yendo en al aire, que el honor depende de la opinión, y una opinión siempre puede cambiar, es decir el honor es mutable, se da cuenta de que su vida y su fin último no pueden estar en éstas cosas.[1]

Muy semejante a Aristóteles, él buscaba un fin para el hombre que se sustentara a sí mismo, que no pusiera su felicidad en cosas no durables o perecederas, pues éstas sólo son medios para obtener algo más duradero, más autosuficiente, el fin  último del hombre será entones lo que es en sí mismo deseable, y que no necesita de nada más, debe ser final no un medio, y éste fin se ha de poder alcanzar.   En San Juan de la Cruz, es una búsqueda de Dios, de su voluntad. Parece no tener esto nada de parecido, mientras que uno busca un fin autosuficiente, otro busca a Dios. Pero en realidad, en la manera en como Juan entiende a Dios, a la práctica termina siendo lo mismo. Porque para él, Dios no es una creatura, no es material, no puede ser una cosa, tampoco puede ser una idea, ni una imagen, in un rito, éstas sólo son expresiones que la persona realiza para convivir con esa otra realidad. Por tanto para empezar el camino, no ha de buscar nada concreto, o mejor dicho no ha de buscar nada, porque al buscar algo en ese todo deja de buscar al todo, pues “cuando reparas en algo, dejas de arrojarte al todo”[2].   Así podemos decir que Juan busca algo que es autosuficiente, que es un todo, sin particulares, que se basta a sí mismo, como Aristóteles, que busca un fin autosuficiente que se baste a sí mismo, pues todo arte y ciencia, buscan algo bueno, el bien es a lo que todas ellas tienden, al haber muchas acciones, hay muchos fines, algunos fines se quieren por sus consecuencias algunos por sí mismos. El bien que se busca por sí mismo es la felicidad, que en palabras sanjuanistas es la plenitud, es la vida divina, la vida del Amor, todas ellas sinónimos de felicidad.



Entonces la felicidad está en algo que depende de nosotros mismos, en la manera de vivir, en la virtud, ya hablaban otros autores sobre la felicidad como sabiduría, como el hombre prudente, y Aristóteles se da cuenta que esas ideas se resumen en el hombre virtuoso. ¿Que relación puede tener esto con Juan de la Cruz?  Cuando Juan comienza a hablar de que el hombre busca a Dios, no sólo será un poseer a Dios, sino una transformación en Dios, como el hombre no se puede unir a Dios por la razón, pues Dios no es una idea, ni con los sentidos, pues éstos captan la realidad material, entonces se une o encuentra a Dios con la voluntad, pues Dios es amor, y el amor es actividad propia y objeto de la voluntad. Así comienza a desglosar lo que es el amor, amor es desear la plenitud de otro, y gozar y compartir de esa plenitud. Pero si dijimos que ese todo no es nada en particular, entonces en la práctica la persona no ama a un objeto, ni es amada por un objeto, sino que es una actitud y es una experiencia, es una armonía que regula el universo, es algo que no se explica, es el amor motor y fin de toda plenitud, es plenificar y ser pleno, tenemos a una persona que sólo se ejercita en vivir el amor hacia lo trascendente, hacia los demás seres humanos, hacia sí mismo, al final es un hombre que practica la virtud, entonces la transformación en Dios, consiste en unirse al Amor, en participar de su esencia  y vivir en él, en su práctica. Y como el que ama busca la plenitud, el amor necesita de actitudes ante la vida a las que llama virtudes, incluso llega a decir que en todo se ha de imitar al hombre virtuoso por excelencia, a Jesús, todas las virtudes  que se plantean, han de llevarle a plenitud, y vivir una vida autónoma, basada en la plenitud de sí mismo y de los demás, libre de los bienes materiales, aunque los utilice para amar, libre del poder, aunque lo utilice para buscar la plenitud de los otros, libre de las riquezas aunque las utilice para amar, vivir el amor que es lo mismo que buscar la plenitud de todos, o en palabras de Aristóteles, el bien común.  Así Aristóteles habla de una vida autónoma, autárquica, donde la persona viva la virtud y sea libre de todo condicionamiento externo, donde la persona que se da a las actividades políticas busca el bien común, donde el placer es sólo un resultado de esa vida, donde las cosas materiales y las riquezas sólo son un medio para vivir y obtener el bien común, donde no se busca gobernar por el poder, sino para obtener el bien común de los demás, porque sabe que si todos son buenos mediante la virtud, entonces seremos buenos, virtuosos, felices.



 Es cierto que se deslindan en muchas cosas, por ejemplo, para Juan de la Cruz, el hecho de vivir en la virtud te hace vivir más el amor, y cada vez ser más el amor, y cuando el humano es el amor, es Dios, pues participa de su esencia, a lo que se le llama unión de voluntades, pues se desea, hace y quiere lo que el Amor desea, hace y quiere, esta voluntad del Amor es la plenitud de todo ser humano.  Para Aristóteles, la virtud adquiere para el hombre una vida autárquica, en que el hombre es autosuficiente. ¿Pero a pesar de que en el discurso parezcan cosas contrarias, no es acaso muy parecido en cierto sentido, ser dioses por participación en el amor y ser seres autosuficientes en la virtud?



Para que la virtud lo sea, según Aristóteles, ha de buscarse el justo medio, así entre dos extremos en el obrar en que uno nos arruina por defecto u el otro por exceso, la virtud se coloca en el término medio. Esto se ha de obtener mediante el hábito, creándose una conducta recta, quien es educado así desde niño, no tiene mayores problemas en que sea virtuosa toda su vida y así ser dichoso. La  virtud ha de ser durable, y practicada siempre. Así para Aristóteles, hay diferentes virtudes que moderan los deseos y moderan los anhelos, por ejemplo la virtud de la inteligencia es la prudencia, de la voluntad es la justicia, del apetito concupiscible es la templanza, del irascible es la fortaleza, el estar habituados a obrar rectamente no desearemos más allá de lo que nos pueda dañar o engañar y hacer infelices, y al cabo de nuestra vida, podremos haber obtenido una vida justa, prudente, templada fortalecida, que nos colmará de dicha, al vernos autosuficientes en el fin logrado. Aunque San Juan no habla de un término medio, basta con que nos atengamos a lo que dice entre líneas de la plenitud común y libertad en nosotros mismos para que se vea la similitud. Nadie puede amarse tanto a sí mismo que pueda quitarle lo que corresponde de amor al otro, es decir el hecho de que sea la plenitud de una totalidad le hace vivir en un equilibrio igual al término medio. Aunque la virtud es término medio, en otro sentido es extremo, pues está totalmente contraria al vicio o al hábito que nos esclaviza.

En lo que se asemejan también muchísimo, es cuando hablan de la esclavitud del ser humano. Aristóteles dice, que el hombre puede vivir esclavo de sus pasiones, cuando por el deseo no reflexionado se siguen los medios y se confunden como fines, viviendo siempre esclavo de algo que no lleva sino a seguir siendo esclavo de los mismo medios, por ejemplo, quien es esclavo de algún placer, que no puede dejar de desearlo ni de buscarlo, y sabe que éste no le llena. Así san Juan habla de la esclavitud del hombre, dice que hay diferentes dimensiones en sus deseos, deseos sensuales, que corresponden a los cinco sentidos; de la vista, olfato, etc. Hay deseos más profundos que corresponden a querer saber y pensar todo y poner en esos razonamientos la felicidad, hay deseos espirituales, que consiste en poner la felicidad en las prácticas religiosas. Cuando la persona vive confundiendo estos medios como fines, vive esclavo de esos medios y no puede volar hacia el todo. Estos apetitos han de ser sosegados, no aniquilados, sino sosegados, de manera que se sigan sólo cuando van de acuerdo al Amor, a la plenitud de todos. Para Aristóteles los apetitos sensibles, corresponden a lo que el llama, riquezas, placeres. Aunque se diferencian en el de la pues para Aristóteles, la vida reflexiva es muy importante, la vida teorética o contemplativa es de las mejores, además el apetito de la razón es la voluntad, y ésta ha de ser regulada por la justicia y la inteligencia por la prudencia. Pero concuerdan al decir que el hombre puede ser libre ante la sociedad pero esclavo de sí mismo. O esclavo externamente, pero libre en sí mismo, autárquico.



Los dos coinciden en decir que hay algo divino en el hombre, que ésta parte puede ser ejercitada cuando todo el conjunto de deseos y actitudes se viven en autosuficiencia, que ésta parte es la que recibe noticias divinas. Para Aristóteles es la inteligencia, para Juan de la Cruz es el espíritu, que es el depósito del Amor, de la plenitud de nuestra esencia divina. A lo que otros llamarán intuición como Bergson, o como Edith Stein, con dicha inteligencia, espíritu, o intuición, se puede captar la realidad última, y vivir en constante comunicación con la realidad, constante elaboración y actividad, en Aristóteles con el nombre de contemplación teorética, en Juan de la Cruz contemplación amorosa o en Bergson y Stein duración en la intuición. En palabras de Aristóteles:

"Si la felicidad es pues, la actividad conforme a la virtud, es razonable pensar que ha de serlo conforme a la virtud más alta, la cual será la virtud de la parte mejor del hombre. Ya sea ésta la inteligencia, ya alguna otra facultad a la que por naturaleza se adjudica el mando y la guía y el cobrar noticias de las cosas bellas y divinas; y ya sea eso mismo algo divino o lo que hay de más divino en nosotros, en todo caso la actividad de esta parte, ajustada a la virtud que le es propia, será la felicidad perfecta. Y ya hemos dicho antes que esa actividad es contemplativa. La actividad contemplativa es, en efecto, la más alta de todas, puesto que la inteligencia es lo más alto de cuanto hay en nosotros, y además, la más continua, porque contemplar podemos hacerlo con mayor continuidad que otra cosa cualquiera”[3]  



Así podemos ver que la vida teorética o contemplativa de Aristóteles y la vida amorosa o contemplativa en san Juan de la Cruz, tienen muchas semejanzas, es continua actividad, es continua noticia de la realidad última, es continuo placer, es actividad divina, noble, bella, es la virtud o actividad más alta, es autosuficiente, para Aristóteles porque depende de sí misma una vez que está libre de toda atadura que pueda serle estorbo, una vez que se es virtuoso u un hombre libre. Para San Juan porque la vida ascética le ha llevado a la libertad de desear y estar en el Amor, y es autosuficiente porque esta realidad que es Amor es eterna, y de la libertad continua que ha adquirido puede toda su vida disfrutar de ésta actividad contemplativa.



CONCLUSION



Aquí termino mi ensayo, muchísimas cosas se pueden hablar de la relación de Juan de la Cruz y de Aristóteles, pero sólo me interesaba marcar algunas semejanzas, creo además que Aristóteles heredó de Platón y Sócrates ciertas cosas que siguen teniendo semejanza con San Juan de la Cruz, por ejemplo en uno de los diálogos de Platón, en el del banquete, cuando el discurso de Sócrates por boca de Diotima, habla de la contemplación del amor, de conocer muchos amores particulares para ir llegando a una noticia general y esencial del amor, y contemplar lo bello y lo bueno. Veo muchísima relación con la actividad teorética y filosófica de la que habla Aristóteles, de esa actividad continua en la contemplación, y esto se relaciona con la plenitud de San Juan de la Cruz en que resumía en un billetito ésta autosuficiencia y libertad humana,

 olvido de lo criado,

memoria del criador,

atención a lo interior

y estarse amando al amado”[4]. 

 Para Juan lo criado es el mundo, su olvido será lo que significa no poner nuestro fin en ello, memoria del criador significa estar recordando que todo tiene un fin más alto, el amor, la atención indica una actitud de reflexión y producción sobre sí mismo de la virtud y la última línea corresponde al continuo ejercicio de amar al Amor, es decir la actitud regresiva y auto rumiante en el amor. En boca de Aristóteles me permito escribirlo así,

Libre del engaño,

memoria de lo bueno,

atención a la virtud,

y en la verdad vivir contemplando. 

Donde el engaño consiste en tomar los medios como fines, la memoria indica la actividad filosófica, la práctica de la virtud la autarquía continua y práctica, y la actividad continua y teorética que redunda en seguir filosofando.







Bibliografía.

-          Aristóteles, Ética  Nicomaquea, Alfaguara, México: 1988.

-          Juan de la Cruz, Obras completas, Porrua, México, 1992.





[1] Juan de la Cruz, cántico espiritual, Ca, Pról. 1
[2] Cfr. Poesía de Subida al monte Carmelo. S 13, 11.12
[3]Cfr. El final del  libro X de la Etica Nicomaquea
[4] Juan de la Cruz, suma de la perfección, Dichos de luz y amor.

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