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jueves, 21 de noviembre de 2024

¿Qué nos dejó la Revolución Mexicana y el Porfiriato? (apuntes de ciencia y filosofía)

 



Al asistir ayer al evento escolar de mi hija Daira Sarahí Saucedo García por el aniversario de la Revolución Mexicana, me vi envuelto en una marea de preguntas y reflexiones que van más allá de las fechas y los héroes. No puedo evitar contemplar este capítulo de nuestra historia desde una perspectiva que combina la ciencia, la tecnología y el pensamiento crítico. Estos eventos históricos no son simples anécdotas; son un espejo de las tensiones entre modernidad y justicia, entre progreso científico y desigualdad social.

El Porfiriato: Ciencia al servicio de la modernidad

Durante el Porfiriato, México vivió una transformación material sin precedentes. Imagino los primeros trenes surcando los paisajes áridos y montañosos del país, como venas de hierro que llevaban la promesa de progreso. La expansión del ferrocarril fue monumental: de unos pocos kilómetros en 1876 a más de 20,000 en 1910. Este logro, aunque impresionante, no era solo una hazaña de ingeniería. Era un símbolo, casi un mito, de cómo la ciencia y la tecnología podían "modernizar" una nación.

Sin embargo, me pregunto: ¿progreso para quién? El ferrocarril conectaba regiones, sí, pero también desarraigaba comunidades indígenas y concentraba la riqueza en manos de unos pocos. Desde mi perspectiva, esto revela una tensión intrínseca en la ciencia: aunque ofrece herramientas poderosas para mejorar la vida, también puede ser utilizada como instrumento de exclusión.

Un ejemplo más profundo lo encontramos en el ámbito educativo. Durante esta época, instituciones como la Escuela Nacional de Altos Estudios comenzaron a formar ingenieros y científicos. Pero, ¿cuántos de ellos provenían de familias campesinas o indígenas? Aquí es donde la filosofía me lleva a cuestionar si el progreso científico puede realmente considerarse tal cuando no incluye a todos.

Revolución Mexicana: Justicia sobre progreso

La Revolución Mexicana interrumpió este modelo elitista con un grito de justicia.  Reconozco la belleza en la idea de "redistribución": igual que en un sistema físico donde la energía busca equilibrarse, la sociedad también anhela justicia. Sin embargo, la Revolución tuvo un costo tangible para la ciencia y la tecnología. Las líneas de ferrocarril se destruyeron, los fondos destinados a la investigación se redirigieron hacia el esfuerzo bélico y las instituciones académicas quedaron en pausa.

Pero desde el punto de vista filosófico, la Revolución nos dejó algo más valioso: la idea de que el progreso no puede sostenerse si no es inclusivo. Este conflicto me recuerda a la famosa paradoja de Zenón: ¿cómo avanzar hacia el futuro si el presente está fragmentado en desigualdades? La Revolución no resolvió todas estas tensiones, pero sembró las semillas para un México más equitativo, como lo demuestra la fundación del Instituto Politécnico Nacional en 1936.

La ciencia y la tecnología como reflejo del alma de una nación

Hoy, como apasionado de la ciencia , veo con asombro cómo México intenta posicionarse en áreas como la nanotecnología y la inteligencia artificial. Pero también me pregunto si estamos aprendiendo de nuestra historia. ¿Cómo asegurarnos de que estos avances beneficien a todos y no solo a una élite? ¿Cómo equilibramos la modernidad tecnológica con la justicia social que la Revolución nos exigió?

La historia del Porfiriato y la Revolución es, en esencia, una historia de tensiones. Por un lado, la fascinación casi poética por la capacidad transformadora de la ciencia. Por otro, la cruda realidad de que el progreso, cuando no es inclusivo, puede convertirse en opresión. Como científico, encuentro estas tensiones también en mi trabajo: cada ecuación que resuelvo tiene implicaciones éticas y sociales que no puedo ignorar.

De trenes a mundos cuánticos

El ferrocarril del Porfiriato me recuerda a la película El maquinista de La General, de Buster Keaton, donde el tren es tanto un símbolo de progreso como de caos. De manera similar, la Revolución Mexicana tiene ecos en obras como Los de abajo, de Mariano Azuela, donde la lucha por la justicia es un telón de fondo para la desilusión humana. Estas referencias culturales subrayan que la ciencia y la tecnología nunca son neutrales; siempre están inmersas en un contexto histórico y humano.

Hacia un México del siglo XXI

Hoy, cuando pienso en el futuro de México, lo imagino como un sistema cuántico: lleno de posibilidades, pero también de incertidumbre. Para avanzar, necesitamos aprender del Porfiriato y la Revolución. El progreso científico debe integrarse con la justicia social, como dos partículas enredadas que no pueden separarse.

El evento de ayer no fue solo un acto conmemorativo; fue un recordatorio de que nuestra historia sigue viva en cada decisión que tomamos.

Como padre, como físico y como filósofo, quiero que mi hija y su generación hereden un país donde la ciencia no sea solo un tren que pasa, sino un puente que conecta.

Por cierto mi hija se veía bien guapa vestida de "adelita" gracias Rubí GR por ser una madre tan genial. 

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