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lunes, 29 de noviembre de 2010

UN cuento sobre la idiosincracia indígena

La lumbre de los duendes de Chililix.


Ya había salido el sol cuando los gritos de los niños resonaban en toda la barranca, llenaban los huecos y espantaban a las gallinas, ese día no habría alegría en la comarca. Le dieron la noticia a Francisco, estaba arando su jardín, iba a plantar jitomates para su hermano, pero ahora no los comería más.

Lo encontraron ahorcado en el balcón del diablo colgado de la horqueta de un mango, le escurría sangre de los pies descalzos y estaban arañados por la maleza del monte, debajo de él, un coyote intentaba alcanzarlo cuando oyó los cantos de los niños que pasaban por ahí  con sus becerras y huyó. Luisito y Pedro fueron los que dieron la noticia. El colgado era José uno de los dos “huérfanos” a quienes llamaban así desde la muerte de su madre y el abandono de su padre.
                           
En un rincón lloraba agazapado Francisco, mientras sus gatitos, única compañía después de la muerte de Lupe su madre, lamían sus pies como intuyendo el abismo de tristeza que azotaba el alma de su amo. Sollozaba, se levantó enérgico y comenzó a preparar un morral con papas para el camino, alcohol de caña y un machete.

Sus pies cansados de tanto caminar entre las piedras tibias bajo el sol que se colaba en las sombras pedían descanso. Se sentó en una piedra, ya no era llanto sino rabia la que le consumía. Pasó por ahí Bonifacio, y ahora sí, se las pagaría.

-          ¡Bonifacio! ¡Ya te cargó cabrón¡ ¿que le hicistes?- grito sin poder disimular un gesto de rabia y dolor.
-          Cálmate Francisco ¿Qué te pasa?
-          No me la vas a contar, hoy no, ya te había dicho yo que no salieran con esas muchachas, qué hicieron no importa, lo que importa es que tú estás vivo y él no.
-          ¿qué dices? Se juyó de la fiesta, me arrebató el vaso de lumbre, seguía bebiendo y yo ya no quería, se enojó y se pinto de patitas pal monte.

Lleno de rabia, Francisco sacó el machete decidido a actuar, cuando se oyeron los gritos de dos jóvenes mujeres embriagadas, traían vestidos de colores embarrados con lodo, la pintura de la cara se diluía entre  sudor y lágrimas. Le explicaron todo, lo habían castigado los duendes por beber y haberlas intentado violar.

- Nadie se mete al monte borracho, sabes Francisco que los duendes no perdonan, los vimos, lo colgaron, y nosotras corrimos asustadas, no nos hagas nada Francisco tú lo conoces cómo es, nomás ve lumbre y se la mete a como puede. Se acabó todo el alcohol y puesn nomás se ganó su castigo -.




Estas explicaciones no bastaron, Francisco no sabía qué hacer, desde ahora estaba sólo Al día siguiente se fue de la comarca, nadie sabía  dónde se había metido con su sed de venganza. Sabían que había visitado a la nana negra le preguntó -¿cómo se invoca la fiesta de los duendes?-…ella no se lo dijo, él se fue enojado.


Allá entre las rocas de la orilla del río, estaba un cuerpo, lleno de sangre y desmembrado, con mordidas por dondequiera,  dos coyotes se peleaban por una de sus manos, una botella vacía brillaba con los rayos del sol, y un coyote moribundo yacía en el suelo con un machete incrustado.

Después que lo encontraron se corrió la voz, y al anochecer del día siguiente se reunieron en la barranca, quién se quedaba con la casa de los huérfanos era la disputa entre los mayordomos, el fiscal mayor no había querido asistir, había hecho una visita a la nana negra, llevaba machete y una botella de alcohol.

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