1.- La Iglesia Católica proclamó como dogma la inmortalidad del alma, y por tanto no se puede prescindir de ella sin que se niegue ese dogma.
2.- Es precisamente el alma la que permite pensar en la vida eterna, ya que el cuerpo pertenece a este mundo, y el alma a las realidades trascendentes y divinas.
3.- La resurrección de los muertos se debe precisamente a que el alma no muere si se está en gracia, por el contrario, si se está en pecado, por eso es mortal, el alma muere pues se priva de Dios, y no puede resucitar, pues ha muerto.
Respuesta:
Es indiscutible que exista el Dogma de la inmortalidad del alma, pero hay algo que éste dogma está tratando de defender. Surge en un momento histórico donde se niega la posibilidad de la resurrección, donde se decía que sólo algunos elegidos tuvieron la dicha de haber resucitado en vida de Jesús. Por lo mismo, el dogma surge para defender el hecho de que Dios puede y de hecho lo hace, sigue resucitando a las personas a una vida eterna. Ahora bien, el hecho de que para designar una parte en la persona que sea eterna le hayan llamado alma, no significa que ésta no pueda tener diferentes connotaciones. Así por ejemplo, para Aristóteles, el alma es la forma del hombre. Para otros santos, como para San Juan de la Cruz, que es doctor de la Iglesia, el hombre se divide en tres partes, al cuerpo, el alma, que es todo movimiento que hoy llamamos psicológico, y el espíritu, que es la parte eterna de la persona, es donde Dios se comunica y le da vida y le informa la luz y la gracia para creer, esperar y amar. Para algunos teólogos actuales, el alma solamente designa la parte que no muere de la persona. Hasta aquí vamos bien. A la hora de que surge ésta pregunta, que ha surgido me parece a partir de la antropología Zubiriana, en donde dice que el hombre es una sustantividad clausurada de notas que le constituyen, y que éstas notas, cualesquiera que sean no pueden seguir existiendo separadas y al mismo tiempo y modo seguir siendo el mismo sistema, y por lo tanto la misma sustantividad, De ahí se desprende que a algunos les parece imposible que desde ésta manera de ver al hombre se pueda hablar de una parte de él que conecte con la vida eterna y otra que no lo haga.
Antes ya decíamos que el alma ha tenido diferentes connotaciones, y para poder seguir halando de ella he de decir algo que la resume en esencia sin negar la doctrina de la Iglesia Catolica, el alma es la parte del hombre que no muere y en la que actúa la gracia de Dios. Ahora bien, para poder decir que el hombre sea capaz de morir, y resucitar después, no se necesita dividir al ser humano, aunque así lo haya hecho la tradición de la Iglesia para explicar desde una concepción platónica la posibilidad de la resurrección. Y digo que no se necesita dividir porque es bien cierto que en el credo de los apóstoles, que sigue siendo oficial, al igual que el niceno-constantinopolitano, no se dice la resurrección de los muertos, sino de la carne, aunque aquí se podría valer la resurrección del hombre final, no se valida la permanencia de algo del hombre antes de la segunda venida de cristo, sino la creencia en la resurrección final. Así pues desde la doctrina de la Iglesia podemos hablar de resurrección, aún prescindiendo de que haya alma, aunque sería la segunda resurrección y creo que se refieren a la resurrección inmediata después de la muerte, y otros dicen que si una vez que hemos muerto, al final de los tiempos, es resucitada nuestra carne, entonces ya no seremos nosotros, sino otros diferentes. Pues los elementos están girando en continuo movimiento. Y que se necesita algo que conecte entre nuestra vida presente y la vida resucitada para que no dejemos de ser nosotros mismos, pues como ya dije antes, seríamos otra sustantividad, y para que fuéramos nosotros mismos necesitaríamos que algo en nosotros no se haya desintegrado. Por tanto es necesario que algo quede de nosotros para seguir sendo nosotros. Es aquí donde me permito interpretar la parte del ser humano que no muere y en la que Dios deposita su gracia (alma), no como alma, sino como identidad. Esta dicha identidad, para sernos identidad propia, necesita basarse en la memoria propia. Pero para ser identidad de otro, basta con que esté en la memoria del otro. Por tanto si Dios pudiera tenernos en su memoria, a pesar de que nuestra sustantividad muriera, nuestra identidad seguiría intacta en la memoria de Dios, y puede ser implantada de nuevo como sustantividad física, pues lo que Dios ya ha hecho acaso me van a decir que ¿no lo puede hacer de nuevo? Por tanto lo que permanece y conecta esta vida con la futura, después de nuestra desintegración y segunda resurrección de la carne sería nuestra identidad grabada en Dios.
¿Pero cómo es que podemos quedar impresos en Dios, o mejor dicho, cierta dimensión de nosotros en la memoria de Dios? Bien, si Dios es amor, y lo que pide de nosotros es amor, es porque siendo amor Dios, al nosotros apropiarnos el amor en nuestras vidas, estamos apropiándonos a Dios y al mismo tiempo podemos decir que estamos siendo apropiados por el amor, estamos dejando nuestra huella en la memoria de Dios que es amor. Y la única manera de vivir privados de la vida eterna, es entonces vivir fuera del amor, porque de esa manera no participamos de Dios, y no podemos ser recordados por Dios, por eso Jesús lo dice en su parábola, en que explica que quien no hace obras de caridad, no podrá ser reconocido por él, en cambio cuando hacen obras de caridad a “cualquiera de estos pequeños en verdad me lo hicieron a mí”, y quedan así inscritos en el libro de la vida. Es aquí, en esta dimensión y capacidad de amar que tenemos, donde Dios puede obrar en nosotros, por eso si no nos abrimos a ser amados, no podemos recibir su acción, que es amar. Es entonces nuestra identidad amorosa la que recibe la acción de Dios y la que permanece, no en nosotros, aún muertos, sino permanece en la memoria amorosa de Dios. En este sentido, podemos hablar de una sustantividad clausurada de notas, donde no hay una parte intrínseca al hombre que permanece viva (alma), sino una parte identitaria del hombre que permanece anclada a la eternidad de Dios.
Soluciones:
1.- El dogma de la inmortalidad del alma puede ser engañoso leído desde nuestro contexto histórico. Pues en el marco histórico teorético en que se proclamó, todos creían que el ser humano estaba compuesto de dos partes, el alma y el cuerpo. Y desde esta perspectiva explica que el alma no muere, para defender la posibilidad de la resurrección inmediata, así pues, aunque parezca que el dogma defiende la existencia del alma, no es así, está expresada desde ese contexto pero lo que está defendiendo, es que hay una parte del hombre que no muere, y ya dijimos que es precisamente el amor del hombre que participa del amor eterno el que no muere. Y así no se contradice el decir actualmente que podemos prescindir del alma, para hablar de la resurrección mientras no se niegue la posibilidad de una parte del hombre que conecta con la vida eterna divina.
2.- Cuando se habla de que es el alma la que nos hace pensar en la vida eterna, no es cierto. Ya que esta idea viene de las ideas filosóficas griegas, con que la Iglesia se mezcló a partir de los primeros siglos de la Iglesia. Y en los primeros años, las comunidades cristianas, recitaban el credo de los apóstoles que decía “resurrección de la carne”, además San Pablo dice que seremos creaturas nuevas. Por tanto la idea de que el alma es la que permanece surge de la influencia de otras cosmovisiones en el pensamiento Cristiano.
3.- Cuando se habla de gracia, se utilizaba el símbolo del alma para designar el depósito de la gracia en la persona, y que ésta se pierde o se recibe cuando no hay o hay pecados mortales de por medio, pero cómo podemos aquí decir que el alma muere y al confesar los pecados ¿de nuevo está viva? Por eso el Concilio Vaticano segundo utilizó la palabra amistad, para designar mejor que se refiere a la relación de aceptación del amor de Dios, ya sea en la práctica del amor, o en la aceptación del perdón, de esa manera podemos seguir participando de la vida divina y con ella la posibilidad de la resurrección. Bien, así nos podemos dar cuenta que es cuestión de símbolos y palabras el hecho de que haya un alma que muere o que no muere, o que se vive en gracia o sin ella, y podemos cambiar las palabras, incluso la existencia del alma, mientras no se niegue la acción gratuita de Dios en nuestras vidas, ahora entendida como amistad o como el amor recibido por la persona.
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