INTRO.
En mis constantes trabajos pastorales y apostólicos he encontrado con frecuencia, personas que llegan a mí con supuestos problemas con la voluntad de Dios. Pero me he dado cuenta que la visión sobre la voluntad de Dios que tienen está fundada en una antropología bastante medieval por decirlo de alguna manera, donde la fe y la predestinación juegan un papel importante en la toma de decisiones. Por ejemplo, una señora me decía: “mi hijo murió atropellado, y yo quiero resignarme porque esa es la voluntad de Dios, y yo tengo que querer lo que Dios quiera”. Así pues parece ésta aseveración más de índole doctrinal eclesiástica, pero no es así. Entran en juego una antropología que habla de que un hombre que está sometido a los designios concretos del creador. Hay un amigo que está tratando de develar su vocación. Y cree que Dios tiene planes específicos para él y se pone ansioso porque quiere respuestas claras de parte de Dios. Entonces me surgen varias preguntas. ¿cual la voluntad de Dios? ¿el hombre está determinado por planes específicos y concretos?
Aunque estos temas competen a la fe, es cierto y nadie lo puede negar, que la fe se puede dividir en dos cosas, la revelación directa y aceptación de esa revelación y los signos concretos que nos ayudan a creer , a dar el paso de la fe. En este sentido, creo que voltear a ver la realidad, nos ayuda a intuir lo que Dios ha querido de nosotros. Me refiero a lo que el hombre es no por decisión propia, sino porque aparece así. En este sentido, podemos inferir como mera propuesta , que puede ser aceptada o no, que lo que el hombre es y no decidió ser, fue lo que Dios decidió que fuera. Esto es: su personeidad. Ya que la personalidad con
corresponde a la historia de cada quién. Creo que podemos preguntarnos, lo que Dios quiere de nosotros si descubrimos lo que ha hecho de nosotros en esa personeidad.
Antes de dar respuesta al problema antes mencionado quisiera exponer mi manera de ver al hombre, para poder responder, dentro de la misma doctrina de la Iglesia, la posibilidad de hablar de una libertad en el hombre, y su responsabilidad ante los sucesos que le plantea la realidad misma, sin contradecirse con lo que evangélicamente y eclesiásticamente hablando se puede considerar la voluntad de Dios, y en mi propuesta, puede surgir de mi manera de ver al hombre, basándome en Zubiri con el término de personeidad.
UNA MIRADA A LA ANTROPOLOGÍA ZUBIRIANA
Para Zubiri, al igual que para toda realidad, la realidad humana tiene un sistema de notas según las cuales el hombre posee una forma y un modo de realidad peculiares. Aquí hay dos distinciones, una, la determinación de las notas que constituyen al hombre, y la otra el esclarecimiento de su forma y modo de realidad.
Globalmente hablando, el hombre puede dividirse en tres grupos de notas:
La primera división es la que nos hace decir que está vivo: es la vida. Todo ser vivo en que la independencia hay independencia del medio y un cierto control sobre él, en sus acciones tanto activas como pasivas el viviente actúa no sólo por las notas sino en orden al sistema que constituyen. Este momento radical de la vida es un vivir por y para ser sí mismo.
La segunda división es la que el viviente es capaz de sentir lo inmediato, y no nomás la inmediato, el color, o el holor, sino lo otro. Es decir la alteridad, es un sentir en dos momentos, la alteridad y lo sentido. En los animales este sentir es un estimulo-respuesta, las respuestas están signadas, en el ser humano no. Aquí viene la tercera división de sus notas.
La tercera división, es la inteligencia. Al aprehender las cosas como reales, es decir sentir inteligentemente lo real esas notas que según son de suyo. El hombre al igual que el animal siente en impresión el calor, el olor, etc. pero hay una diferencia esencial con el animal, por lo que es igual es en la línea de impresiones, pero el asunto diferencial está en la alteridad, el hombre no siente lo otro como un estimulo respuesta, sino real, que consiste en ser algo de suyo. En el animal es formalidad de estimulidad, en el hombre es formalidad de realidad.[1]
Así el hombre es un sistema de notas que le constituyen como tal, y le diferencian de los demás seres vivos.
Pero este sistema de notas que constituyen al hombre no se agota en sí mismo, sino que precisamente por éstas notas tiene una estructura más radical, hacen del ser humano un modo de implantación en la realidad y una forma de realidad. Es un modo de ser persona, pero antes de ser persona, o tener personalidad, tiene personeidad, su personeidad tiene que ver con la suidad. Suidad de sus notas que es raíz y carácter formal de la personeidad en cuanto tal, por tanto no es persona por sus actos, ni por sus decisiones, sino que es persona por su suidad, por el hecho de ser sistema de notas específico que en su suidad constituye esa personeidad. Otra cosa será la personalidad, que es el derivado del constructo de las decisiones o respuestas que decide dar el hombre ante lo real y en el campo determinado de posibles respuestas.
Entonces podemos decir que el hombre es una realidad formalmente suya, es una realidad cuyo carácter formal es suidad. Es una realidad relativamente absoluta frente a todo y todos los demás. Pero como esta posesión de vida se va realizando, entonces la vida del hombre es ir tomando posesión de su propia realidad en cuanto tal. La persona se va haciendo al ir ejecutando acciones, recíprocamente las acciones se ejecutan porque la vida se plasma en ellas.
Y es que al hacerse a sí mismo una personalidad, el hombre se ve forzado por la realidad a responder. Porque ya está despegado del estimulo, no tiene sus respuestas signadas, sino que responde, es aquí donde podemos hablar de libertad. [2]
Para poder hablar de cumplir la voluntad de Dios en el sentido oficial de la doctrina católica, es necesario antes explicarnos desde la ésta antropología el hecho de la volición compleja. Pues por mucho que pensemos en medios y fines el hombre se encuentra unitariamente enfrentado con varias posibilidades, entre las que tiene que elegir. No estamos hablando de programarnos a elegir hacia un fin, sino que estamos hablando en términos formales de una apropiación. Es decir, toda libertad es un acto de apropiación. La apropiación de ciertas posibilidades envuelve ciertas características psico-biológicas que no le impondrán una apropiación pero no le dejan suelto ante infinitos tipos de posibles apropiaciones. Estas posibilidades, están llenas de propiedades, si no, no serían posibilidades. Zubiri introduce al término de moral, no en el sentido de sistema de valores, sino en el sentido de que lo que constituye lo moral, es que éstas propiedades sean mías por apropiación. Por ejemplo un carpintero que nace con todas las capacidades físico psíquicas para ser carpintero, no tendría nada que ver con lo moral, si no se las apropia a sí mismo en el hecho, sólo serían una serie de capacidades y habilidades presentes pero sin ser apropiadas a sí mismo. De ahí que la moral no consiste en una recta conducta, sino en una apropiación de las propiedades de mis posibilidades. [3]
Así el hombre tiene diferentes posibilidades, cada vez que toma una, clausura posibilidades, pero tambíen abre nuevas. Pero en este sentido, cada que abrimos posibilidades, al igual que cada objeto que tiene respectividad con los demás sistemas, el hombre infiere en los demás con sus decisiones. La realidad es respectiva. En ese sentido, todos somos responsables de todos. Al final, se mira en pro de la especie humana. Se rompe aquí con el individualismo, sin perder la individualidad.
Repercusiones personales y pastorales.
Ahora bien, a mí me late bastante ésta visión antropológica porque deja en nuestras manos nuestra vida, nos hace responsable de nuestros actos y nos quita juicios de valor moral. El problema antes planteado en mis apostolados, se refiere a las personas que creen que Dios quiere nuestro mal. Y que no están confromes con la doctrina de la Iglesia que dice que hemos de querer la voluntad de Dios. Debido a que dentro de la Iglesia y a lo largo del camino histórico que se ha hecho de interpretaciones de la voluntad de Dios, desde las diferentes espiritualidades, ( espiritualidades que interpretan la revelación de diferentes maneras, y son aprobadas por la Iglesia, siempre y cuando no contradigan algo fundamental) me gustaría poner algunos fundamentos doctrinales para una posible espiritualidad que nos ayude a situarnos desde la antropología antes mencionada. Como comencé diciendo, el pensar al hombre como sustantividad de notas clausuradas, que por ellas mismas, se despega del estimulo, se hace a sí mismo y es capaz de inferir en los otros, podemos decir que es eso lo que Dios ha querido de nosotros, pues eso somos, sin haberlo decidido nosotros, es decir estamos condenados a ser eso, o en sentido positivo fuimos llamados a ser eso que somos. Pero eso que somos es sólo una parte de nosotros, la personeidad no se agota en para sí misma, sino que abierta a las decisiones de respuesta, y las respuestas de los otros es capaz de irse haciendo. Hacerse es vivir. En este sentido, creo que Dios quiere de nosotros que vivamos, que nos hagamos.
Ahora bien, oficialmente en la Iglesia católica se ha interpretado la voluntad de Dios de diferentes maneras, pero ateniéndome a las fuentes más fidedignas de la doctrina oficial, como son las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia, podemos decir que la voluntad de Dios es el amor. Cuando se le pregunta a Jesús por el mandamiento más importante, dice que es amar a Dios y al prójimo como a ti mismo. Pero esto no nos deja claro en qué sentido se habla de amor. Sin embargo, releyendo los evangelios, y según las actitudes de Jesús, podemos descubrir que amor, para Jesús significa dar vida, devolver dignidades, e incluso dar la vida por los otros, en donde otros, en plural, juega un papel importantísimo, me permito leerlo con palabras de nuestro tiempo, dar la vida por la especie humana. Si dar vida en el sentido antropológico más arriba expresado, puede consistir no nomás en procrear, sino en permitir que los otros tengan vida, y por tanto, que el otro se haga a sí mismo en la vida, podemos decir que dar vida o amar a una persona es permitir que pueda apropiarse las posibilidades que tiene, y elegir de tal manera que se le cierre el menor número de posibilidades y propiedades que pueda seguirse apropiando, es decir, seguir viviendo.
Entendido así el amor, como un dar vida y dignificar y permitir más posibilidades de apropiación a los otros (especie) entonces es fácil releer a San Agustín cuando dice “ama y has lo que quieras”. Esta manera de concebir la voluntad de Dios en la vida, como un amar a Dios y al prójimo, como también a mí mismo, me permite un campo super abierto de posibilidades en las que yo puedo elegir. Deja de lado un sin número de falsas interpretaciones sobre la lectura del a voluntad de Dios. Es decir, Dios deja al hombre libre de apropiarse sus posibilidades a favor de él mismo y de su especie, aclarando mayor importancia el: otros, que el: sí mismo. Pues “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” Así a mi amigo que está afligido porque no sabe si seguir la vida religiosa o casarse, quisiera responder, que Dios no tiene manuales de vida. Que lo que quiere es que él decida, de manera que pueda seguir aprendiendo a amar, a hacerse a sí mismo. Y tratar de inferir en los otros para darles vida, y no muerte o limitación de posibilidades. Sé que esta manera de ver la voluntad de Dios pues asustarnos, porque pone nuestra vida en nuestras propias manos. Pero es que esa es la realidad. Nosotros hemos construido religiones, ciencias, ideas de hombre. Nos hemos hecho. Y nos seguiremos haciendo. Y si hay una voluntad de Dios, creo yo que es el amor, entendido como propiciar vida, y no sólo a unos, sino a la especie. Por eso el mensaje de Jesús va a favor de la dignidad de los otros, del respeto, de la tolerancia, de la inclusión. Y Jesús mismo lo dijo, “os dejo el espíritu, para que los lleve a la verdad plena”[4], y después: “ésta es la vida eterna, Padre, que te conozcan a ti y que me has enviado para que el mundo tenga vida, y la tengan en abundancia”[5].
Bibliografía:
- Zubiri, Xabier. Sobre el hombre. Alianza Editorial. Madrid: 1986.
- Zubiri, Xabier. El hombre y Dios, Alianza Editorial. Madrid: 1984.
- Biblia de Jerusalén. Editorial Esp. Guadalajara. 2010.
Es muy interesante la propuesta cientifica, del hacerse persona para sí y en sí, que es más propio a la personeidad, y desde su nucleo de yo profundo o suidad y que al final de todo ilumina un proceso complejo in agotable, que es la voluntad de Dios. A manos con la propuesta de personeidad, ya que somo únicos y esa realidad modifica radical mente el concepto a definir. Commpletamente deacuerdo con la propuesta de una moral personal, cuando se habla de conciencia es lo más correcto, partir de la persona y esta en su personalidad, osea historia y realidad que la confronta. Si la persona es en sí, y sobre sí, es natural y lógico que la voluntad de Dios apunte a un ir hacia dentro y no hacia afuera. Su volución compleja, es una clave que debe ser determinante para el discernimiento de voluntad de Dios, por qué, porque hablamos de un apropiamiento que se adecua en circunstancia psico-fisica, por tanto la persona elige también en corresondencia a su madurez y afeccion externa, como su realidad y relaciones. Desde este punto entiendo la gracia divina, el amor o gracia de Dios une las voluntades al punto que El mismo acompaña y sotiene en el dolor de la madurez, y como la madurez viene por el aprendizaje de ser en sí, hacerse uno, de ser responsable de la del yo o suidad. por tanto Dios no empuja al libertad para que unidos por ese amor, la voluntad no puede fallar en el elegir. la voluntad de DIos es un centrar la persona en si y en DIos, las elecciones son parte de la alteridad sanada y edificadora, ahora como realidad renovada. la preguanta o acotación es que Dios es persona y como tal ambien en unico y altera y desea, y tiene voluntad, entonces es necesario la disposición a El.
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