La contienda entre las facultades de Filosofía y Teología. Immanuel Kant.
José Alejandro Saucedo Ayala.
Empieza a hablar de las facultades superiores y la inferior. Dice que el teólogo no toma sus doctrinas de la razón sino de la Biblia, el profesor de derecho la toma del código civil y no del derecho natural, y el médico las toma del vademécum de medicina y no de cara a la fisiología del cuerpo humano, ya que las tres facultades son reguladas y vigiladas por el gobierno. Por ejemplo cuando se refiere al teólogo bíblico dice que no tiene licencia para interpretar los pasajes de las Escrituras atribuyéndoles un sentido moral que no concuerda con lo allí expresado sino bajo un espíritu que le guía hacia la verdad, antes que la razón se intrometa para convalidar su interpretación. Cuando este tipo de teólogo salta el muro de la mera fe eclesiástica extraviándose en un campo abierto de filosofía y propio juicio, se expone a todos los peligros de la anarquía. Así también el de derecho, cuando deja de obedecer una voluntad externa sobre los juicios que debe emitir, es muy probable que sea rechazado de inmediato por los juristas como un absurdo. Así el derecho civil como el libro sagrado, no estipula variación alguna y pretende estar concluido de una vez para siempre.
Pero la facultad inferior que es la filosofía, brinda el logro de que las facultades superiores encaucen más y más por la senda de la verdad a los funcionarios, quienes mejor instruidos de su deber acabarán por corregir y no encontrar dificultad alguna en modificar el discurso.
La facultad de filosofía sólo admite los deseos que surgen a través de prescripciones tomadas de la razón y limitándose a sostener aquello que el hombre debe y puede hacer. No se requiere mucha sabiduría sino de que sepa atender a la razón algo que al pueblo no le interesa y al gobierno sólo en la medida en que dicha razón no atente contra el bienestar común. A pesar de que el gobierno incida en el pueblo a través de las teorías e imponga lo que mejor le parezca para alcanzar influencia sobre el pueblo, la facultad de filosofía tiene el deber de velar porque aunque no se diga públicamente toda la verdad, al menos sí sea verdad todo lo que se diga y sea establecido como principio. Por eso no puede dejar de blandir sus armas contra el peligro con que se ve amenazada la verdad, custodiándola ya que las otras facultades no dejan de servir al gobierno en su afán de dominio. De ello se dice que si se atendiera a la facultar inferior se podrían invertir los papeles no para que los de la facultad inferior sean los de la superior pero sí para que se dejen asesorar.
El teólogo bíblico entonces no hace sino servir al dominio del gobierno, pero hay otro tipo de teólogo que sería el que se deje asesorar por la filosofía o incluso mejor si es filosofo al que llama teólogo racional, que se inspira en la razón y vuelve sus ojos hacia la fe religiosa, la cual se basa en leyes propias que cualquier hombre puede ir descubriendo a través de su razón. Sería entonces el compendio de todos nuestros deberes en general tomados como mandatos divinos. Ya que la razón vuelta sobre la fe religiosa, o verdadera religión no tendría otro objetivo que el mejoramiento moral del ser humano. No quiere decir que las interpretaciones tengan que ser filosóficas, sino que los principios de interpretación deben ser de tal índole que todo principio sea dictado por la razón al ser constatado por las Escrituras de cara a la religión, siendo así mero objeto de la razón.
Así aquellos pasajes que contienen ciertos dogmas teóricos tenidos por sagrados, pero que sobrepasan todo concepto de la razón pueden ser interpretados en beneficio de la razón, pero los que contengan pasajes no concernientes a la razón práctica tienen que ser interpretados tal como son, ya que corresponden al ámbito de la fe y de la razón especulativa sin dejar de lado la conciencia sobre los límites de la razón. Pues cuestiones de fe no se entiende aquello que debe ser creído sino lo que resulta posible y conveniente adoptar desde un punto de vista práctico (moral) y puede por tanto ser sólo creído aunque no llegue a ser demostrable. Esas interpretaciones son las que han de usar a pesar de que parezcan ser contradichas siempre y cuando se busque esa fe moral que mejora y eleva el ánimo mediante la razón. Cuando se le tachó a Kant de naturalista al hablar así de la teología respondió que el cristianismo es la idea de la religión que se fundamenta en la razón y por tanto tiene un carácter natural, pero en tanto que favorece las prescripciones de la razón relativas a su difusión pública y al hecho de que cobre vida en nuestro interior, puede ser incluida en el haber de la religión como vehículo, y en cuanto tal se percibe como revelación sobrenatural.
Así pues no va en detrimento la facultad teológica el que la filosófica utilice sus estatutos para fortalecer la propia doctrina viniendo a coincidir con ellos. Por ejemplo el hecho de que se pregone la salvación del alma, por sí sólo no pueda resucitar al hombre sin más pero sí es capaz de hacerle afanarse por conseguir una buena conducta y sin requerir una influencia extraña no deja esa palabra divina de influir en el mejoramiento y transformación del comportamiento. Pero sin dejar de lado la creencia a pesar de que ésta pertenezca a un campo fuera de los límites de la razón pero sus efectos sean razonables, sólo entonces la interpretación es auténtica al convertirse Dios dentro de nosotros en el intérprete mismo, pues no conocemos a nadie que nos hable a través de nuestra propia razón siempre y cuando estos conceptos sean moralmente puros y por eso mismo infalibles y no porque puedan o no ser conocidos.
Porque es absolutamente imposible que el hombre pueda captar a través de sus sentidos al ser infinito y reconocerlo como tal, diferenciándolo de los seres sensibles. Y cuando tenga un fenómeno que le parezca sobrenatural si lo que se le ordena contraviene a la ley moral, habrá de tomarlo por un espejismo. Así “ la Biblia alberga dentro de sí un testimonio de su divinidad (moral) que resulta suficiente desde un punto de vista práctico, gracias al influjo que ha ejercido en el corazón de los hombres como texto de una doctrina de fe sistemática, expuesta en catecismos y homilías, quedando abierta, no sólo como órgano de esa íntima y universal religión racional, sino también como legado de una doctrina de fe estatuaria que oficie de hilo conductor por un tiempo indefinido…”[1] el uso práctico de este libro entonces es sin duda el que contribuye a mejorar el ser humano y a estimular sus instintos morales edificándolo, y este texto ha de ser tratado solo como incitación a imaginar cuanto sirva para mejoras las costumbres, ya que el propio hombre s el creador originario de todos sus conceptos y representaciones, y debe ser el único autor de todas sus acciones. El motivo de la acción de la voluntad libre ha de ser, algo que se funde en el propio fuero interno del hombre y sea inseparable de la libertad de la voluntad misma. Es decir la ley moral, la cual nos arranca de la naturaleza elevándonos por encima de ella en cuantos seres morales, sin considerarla como objeto de nuestro propio querer sino que ocupa un lugar primordial la persona moral de la humanidad.
Este libro me gustó bastante porque pareciera que al menos en cuestión de teoría el concilio vaticano II parece haber leído y escuchado el consejo de Kant. Aunque sé que no es así, (o tal vez sí) ha habido muchos esfuerzos dentro de la teología por volver a consolidar bases sólidas en la razón en la búsqueda de un mundo más justo enfocado en el bien común.
Me gusta sobre todo, porque me clarifica desde su punto de vista, lo que debería ser de la teología. Al ponerle límites a la razón y derivarla sólo a la práctica me parece que le está dando paso a la fe, en medida que ésta corresponda con una conducta que nos favorezca a todos como seres humanos. Aunque pareciera a la luz de ciertas corrientes de ultraderecha en la Iglesia, que esta manera de ver a la teología podría ser mero “utilitarismo a favor de asuntos mundanos como son el comportamiento moral” es cierto que si Dios es amor y se preocupa por nosotros, de acuerdo con la fe Católica, no podía no preocuparle el bienestar común que desemboca en el comportamiento a la luz de la razón, su comportamiento moral. Santa Teresa de Jesús, bien dice a sus frailes que los quiere santos y letrados, pero que si no se pueden las dos, lo sean letrados, porque “importa mucho letras para entender y no dañarnos unos a otros” , refiriéndose por letrados a los bien entendidos y entrados en razón, ya que la experiencia de Dios según ella, ha de ser constatada por la calidad de relaciones y acciones que realicemos en bien de nuestro prójimo, y si esa experiencia de Dios no va acompañada de virtudes y frutos morales, “téngase por locura”. Es así que esta lectura, a parte que es más amena, me ha dado motivos para seguir estudiando filosofía, ya que los motivos de la filosofía tiene que ver con la búsqueda del bien común con que me he comprometido al decirle a Dios en mi consagración que quería vivir la plenitud en amor a favor de todos mis hermanos.
[1] Immanuel Kant, La contienda entre las facultades de filosofía y Teología. FAOS. México D.F. 1999. Pág. 44
siempre y cuando no se tome la virtud como perfeccion magtematica o de ley, sino como acto que supera a la ley hacia la trascendencia y el amor
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