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Dicen por ahì que las cosas más insignificantes son las más importantes. Este blog es un intento insignificante... un poco de todo!

martes, 29 de noviembre de 2011

MISTICA, VIVENCIA LUDICA QUE NOS HUMANIZA.


VIVENCIA LUDICA



 Cuando examinamos hasta el fondo, en la medida de lo posible, el contenido de nuestras acciones, puede ocurrírsenos la idea que todo el hacer del hombre no es más que un jugar. Pero no es una función meramente biológica como la de los cachorros que aprenden a pelear jugando, sino que se emplean en estas actividades lúdicas del hombre los recursos centífico-culturales que enriquecen y dan un recubrimiento de sentido clausurado pero dinámico al juego.



 La existencia del juego corrobora constantemente, la irrupción del espíritu, que no es otra cosa que la dimensión cultural de verse el hombre a sí mismo como más allá de la materialidad, es una manera en que se le presenta su mismo yo como realidad. Esta carga de símbolo, su ser simbólico y significado cancela la determinabilidad absoluta sobre lo que hace y hace posible la existencia del juego, lo hace pensable y comprensible ya que en su “dimensión radical el hombre en su habitud de alteridad, exterioriza su ser en una expresión, es un animal expresivo”[1]



Las grandes ocupaciones primordiales de la convivencia humana están ya impregnadas de juego, por ejemplo el lenguaje, donde tras cada expresión de algo abstracto hay una metáfora y tras ella un juego de palabras, ya que “ el lenguaje es significación y no eso solamente sino que como significación esta fundado en el signo, y el signo en la expresión y la expresión es la puesta en marcha de la alteridad” [2] Otro ejemplo es el culto, donde tienen origen las grandes fuerzas impulsivas de la vida cultural: derecho y orden, tráfico, ganancia, artesanía y arte, poesía, erudición y ciencia, todo esto hunde sus raíces en la actividad lúdica.



Y el juego tiene la dimensión de potenciar nuestra manera de ser humanos porque aquello radical que nos hace humanos como filum específico es precisamente la soltura de las respuestas, no tenemos respuestas dadas, sino que el hombre se hace con las cosas en la media en que decide en una gama de posibilidades.



 Si esto marca una connotación especifica de nuestro filum, el juego lo refuerza. Todo juego, es actividad libre.



 El juego por mandato no es juego, sería una replica. Se pierde la clausura de su propio sentido. El juego es para el hombre una actividad que puede abandonar en cualquier momento, pero también surge del placer que con él se experimenta. Se juega en tiempo de ocio, libre y decididamente, y mientras se juega, se toman decisiones dentro de un sistema de reglas que permiten la clausura de sentido del juego entero, pero esto se hace libremente. Renovando las posibilidades dentro del marco de lo jugable, de las reglas que dan sentido al mismo juego. [3] 



Dentro del juego se crea un orden y sentido absoluto, que libremente se asume, ya que sin ese orden se perdería el sentido del mismo juego.



 Lo lúdico crea un orden en fidelidad al sentido que recubre dicha actividad. El juego oprime y libera, arrebata, electriza, hechiza. También hay tensión, donde significa la resolución de que con un determinado esfuerzo algo tiene que salir bien, y bien depende de las reglas de sentido del mismo juego.



Es así como el espacio lúdico simboliza y reafirma dos cosas principalmente que nos humanizan.



 Primero: el ejercicio libre de la libertad, sin ningún fin específico, por puro placer, por pura atracción, en fin por puro amor, he ahí lo libre de una actividad lúdica: amor.



Segundo: este acto libre de amor por el juego en sí, sin otro fin, se recubre a sí mismo de sentido, y se recubre y clausura con reglas, pero que no restringen la voluntad sino que se acatan para seguir construyendo el mismo sentido del juego, para que siga habiendo amor al juego mismo, siga brotando y se siga obteniendo, hasta que se quiera y no se diluya.



Hasta aquí el hecho de que el hombre se humaniza con el espacio lúdico principalmente con dos cosas: el ejercicio de la libertad y el recubrimiento de sentido que le capacita para seguir las reglas que él mismo se impone por ese mismo sentido.



Ahora quisiera proponer como espacio lúdico el hecho místico.



 MISTICA



Hay muchas definiciones sobre mística, pero el sentido más universal que se le da, y también el sentido nominal del término tiene que ver con el misterio.  Y el misterio en última instancia con el que se topa el hombre es consigo mismo. Es decir, ser auténticamente hombre, aquella intensa autorrealización que hace que el hombre legue constantemente hasta lo auténtico de su ser a través de la experiencia trascendental de su propia búsqueda de la verdad, del amor y de la autenticidad. El ser es el centro más intimo, en el cual el hombre está relacionado con Aquello que es más internamente a nosotros que nosotros mismos. Es encontrar nuestra verdad más profunda. Una verdad que abarca el hecho intelectivo y el hecho volitivo. Ya que la verdad “incluye no sólo la presencia de lo real (vía intelectiva) sino la realización de las posibilidades mías (vía volitiva)”[4]



La voluntad de verdad real es la unidad radical de un único proceso intelectivo-volitivo que implica la apropiación de la verdad que la realidad nos ofrece y nos lleva a una entrega real. La realidad de mi persona está configurada en la verdad real de la realidad fundamento. Es voluntad de fundamentalidad.



                “entregarme a la realidad-fundamento en cuanto tal es entregarme a la fundamentalidad propia, hacer mía su findamentalidad. Es hacer que la fundamentalidad pase a la estructura formalmente y expresamente querida de mi propia vida, es hacer que yo viva fundamentalmente” [5]



Esta búsqueda de fundamentalidad de la que habla Zubiri, es a lo que los místicos llaman la vivencia y el anhelo de encontrarse a sí mismo en el misterio. Es una actitud que busca recubrimiento de sentido, pero no sólo en cuanto a un espacio lúdico, sino que cuanto a su espacio vital, en cuanto a su propia existencia. Es un nivel más allá del acá del juego. Es un nivel más radical de humanización.



Es la definición de humildad que nos aporta Teresa de Ávila, mística católica,  “humildad es andar en verdad, es un verdadero conocimiento de sí mismo”.



Cuando la experiencia de búsqueda de sentido nos abre al ámbito de aquello más íntimo a nosotros que nos fundamenta, el hombre utiliza metáforas o nombres para aquello que es autentico pero innombrable, a mí me gusta llamarle Dios.



 El encuentro con Dios como fundamento de la vida, en lo más intimo del ser yo mismo, es el primer paso para recubrir el sentido de toda mi existencia, y más aún de la existencia de todo cuanto existe, de lo que se me presenta como real, en las cosas reales, es fundamento intra mundano de la realidad.  



La constitución formal de lo real por Dios no es algo dado fromalemente en impresión de realidad, sino que es un contenido esbozado por postuladción en la creación racional, y luego probado realmente en experiencia e incorporado más ttarde a lo real dado en impresión. Esto es, en experiencia de Dios. Experiencia mística, en las cosas, en las personas, y es que siendo nuestra verdad una fundamentalidad en las cosas lo es, siendo Dios no trascendental a las personas y cosas, sino trascendental en las cosas, en las personas.



Esta experiencia mística, es el recubrimiento de sentido más excelso a que llega el hombre, es un sentido que bien puede prescindir de él y romperlo, pero se priva a sí mismo, por libertad, del gozo de vivir en esa clausura de sentido, o no se priva y entonces se encuentra dentro de un sentido que recubre todas sus acciones y las llena de gozo, como en el espacio lúdico, por el sólo hecho de gozar del juego, es decir, del sentido, en este caso, del misterio, de sí mismo, de lo Trascendente en él.  



Entonces sus ocupaciones y todas obras, son liberadas, ya no es un cumplimiento impuesto, nada que tenga que ver con que la vida es  una carga, la carga de tener que vivir o sobrevivir, sino que al entrar en este recubrimiento de sentido total, en este misterio, el hombre vive por el mero gozo de vivir el misterio, de cumplir las reglas del juego libremente para  no salir del sentido en que desea permanecer, las acciones son liberadas del egoísmo psico orgánico que busca sobrevivir y se realizan en un olvido de sí que le permite de un modo espontáneo, y como en el juego, vivir el misterio, la mística, acciones que se recubren de sentido y se entienden desde sí mismas dentro del espacio lúdico, que en este caso, es la vida.



Una cosa más que ayuda comprender cómo es que un místico puede recubrir el sentido de su existencia, es que cuando se vive una experiencia de tal índole, es decir, de fundamentación en su autenticidad más profunda, esta experiencia siempre está conectada con la vida. De hecho es una experiencia meramente vital, libre connotaciones racionales o categorías rígidas que puedan fragmentar dicha experiencia.

Es entonces cuando se descubre la vida, el ser es vida. Como dice Bergson, el ser es vida, y cuando interiorizamos en nuestra conciencia y sus estados, en esta búsqueda interna del misterioso se suceden los estado como las perlas de un collar, o como nuestra razón categorizante pretende analizarlas, sino que son estado que se compenetran, es una continuidad pasado, presente y futuro que genera una unidad vital.  Es un continuo fluir, es pura duración.  Se descubre en el interior este impulso vital que atraviesa el cosmos, desde su proceso evolutivo de superación. Dios es ese impulso vital con que se despliega la realidad total, viva, ese devenir que captamos en nuestra conciencia como un continuo superarse. Es una fuerza en sí que desde el dentro de sí mismo del devenir impulsa todo ser.



Quien se adentra a la vivencia mística no puede probar la existencia de tal vitalidad en su interior a través de la razón o de conceptos, ya que estos parten y detienen el devenir vital en segmentos que no permiten comprender su total continuidad.  Quienes llegan a sintonizar perfectamente con aquel impulso vtial o pura duración, son de una viveza persuasiva, la experiencia no es de desequilibrados sino de personas de un realismo a toda prueba, humildes porque se conocen en su totalidad y no en fragmentos conceptuales, sino en continua convivencia con su interior y con el impulso vial que los mueve a ellos y a todo el cosmos.  La objetividad de dicha cuestión no puede probarse porque se fragmentaría pero un símbolo bastante convincente de este tipo de experiencias es comparando los testimonios de místicos cristianos y no cristianos. Un acuerdo universal que no se explica sino por la intuición del mismo impulso divino, lo cual prueba la existencia objetiva y no subjetiva de la experiencia mística.



La vivencia mística es dinámica y brota de un encuentro de Dios en el amor, es lo más sublime en la cadena evolutiva de la religión. Es la experiencia que une el recubrimiento de sentido, con el uso de libertad por el mero hecho de disfrutar de dicho sentido, es un acto libre que libera de toda otra determinación.  [6]



La verdadera experiencia mística, es decir,  cuando se ha encontrado la autenticidad interior, libera a la persona y va codo a codo con las obras libres y liberadoras del amor.  Viviendo la vida entera, como en un espacio lúdico, libremente por amor y recubierta de sentido en el mismo amor, donde el fin último no es otro que el mismo amor. Amor como experiencia vital interior y desbordante.  Y bajo este impulso amoroso, toma sentido cada acto, y cada decisión se ve salpicada de sentido hacia el mismo fin, un fin de amor que no busca otro fin sino él mismo. [7]



Siguiendo con Bergson, el místico tiene la experiencia directa de Dios, que no es objeto de demostración sino experiencia de amor. El amor es sin duda la esencia de la energía creadora. El amor divino no es algo de Dios: es Dios mismo.  El amor que es una emoción creadora y que se expresa en obras o en acciones originales e imprevisibles es la evolución misma del ser humano hacia el amor. Nunca pasará insensible ante el amor de la familia, de la patria de la humanidad, de lo creado. Encuentra una unidad total recubierta de sentido.



 He aquí el verdadero sabio que ha encontrado la verdad fundante. Es un hombre que no cree en su genio, porque el verdadero genio es Dios mismo, es la verdad fundante. Los grandes místicos no piensan sino en esfumarse delante de él, en servirle de instrumento, en dar paso al amor creador que por mediación de ellos debe derramarse sobre todos los hombres. Pero no se cosifica aquí al hombre convirtiéndolo en mero medio, puesto que él mismo es el portador del misterio del amor, es el portador de su misma emoción creadora, de Dios, el amor místico de la humanidad, el impulso de la vida. [8]



Si los grandes místicos son tales como hemos descrito, resultan ser la especie humana que venció para siempre la materia, pero no para pasar sobre ella, sino para acogerla en su actitud intuitiva y amorosa de superarse como cosmos, ninguna especie podrá ya hacer nada mejor en este sentido.  He ahí la humanización del ser humano. El hecho de ser humano por el mero hecho de serlo, porque lleva en sí el misterio de la vida, del amor, de la unidad vital que totaliza todo el cosmos y le da integridad. 



La vivencia mística potencia su capacidad de usar libertad y vivir en un recubrimiento de sentido que lo hace más humano y reafirma a sus con generes como humanos.









BIBLIOGRAFIA.

-     Zubiri, Xavier. Sobre el hombre. Alianza. Madrid: 1986

-          Zubiri. El hombre y Dios. Alianza: Madrid. 1989

-          Huizinga, Johan. Homo ludens. Alianza. Madrid: 1954

-          Jesús Saes Cruz. La accesibilidad de Dios en Zubiri. Universidad pontificia de Salamanca: Salamanca. 1995

-          Jaime Vélez Correa. Al encuentro de Dios. Celam: Colombia. 1989

-          Jurgen Moltman. Sobre la libertad, la alegría y el juego. Sígueme: Salamanca. 1971

-          Goeroges Levesque. Bergson. Herder:Barcelona. 1973



[1] Zubiri, Xavier. Sobre el hombre. Alianza. Madrid: 1986 p. 282.
[2] Ibidem. P. 297-
[3] Cfr. Huizinga, Johan. Homo ludens. Alianza. Madrid: 1954. p. 20.
[4] Jesús Saes Cruz. La accesibilidad de Dios en Zubiri. Universidad pontificia de Salamanca: Salamanca. 1995. p.203.
[5] Zubiri. El hombre y Dios. Alianza: Madrid. 1989.
[6] Jaime Vélez Correa. Al encuentro de Dios. Celam: Colombia. 1989. p 45
[7] Cfr.  Jurgen Moltman. Sobre la libertad, la alegría y el juego. Sígueme: Salamanca. 1971. pp. 34-78.
[8] Cfr. Goeroges Levesque. Bergson. Herder:Barcelona. 1973. pp. 45-67.

lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Filosofía vs Teología?


La contienda entre las facultades de Filosofía y Teología.          Immanuel Kant.

José Alejandro Saucedo Ayala.



Empieza a hablar de las facultades superiores y la inferior.  Dice que el teólogo no toma sus doctrinas de la razón sino de la Biblia, el profesor de derecho la toma del código civil y no del derecho natural, y el médico las toma del vademécum de medicina y no de cara a la fisiología del cuerpo humano, ya que las tres facultades son reguladas y vigiladas por el gobierno.  Por ejemplo cuando se refiere al teólogo bíblico dice que no tiene licencia para interpretar los pasajes de las Escrituras atribuyéndoles un sentido moral que no concuerda con lo allí expresado sino bajo un espíritu que le guía hacia la verdad, antes que la razón se intrometa para convalidar su interpretación. Cuando este tipo de teólogo salta el muro de la mera fe eclesiástica extraviándose en un campo abierto de filosofía y propio juicio, se expone a todos los peligros de la anarquía. Así también el de derecho, cuando deja de obedecer una voluntad externa sobre los juicios que debe emitir, es muy probable que sea rechazado de inmediato por los juristas como un absurdo. Así el derecho civil como el libro sagrado, no estipula variación alguna y pretende estar concluido de una vez para siempre. 



Pero la facultad inferior que es la filosofía, brinda el logro de que las facultades superiores encaucen más y más por la senda de la verdad a los funcionarios, quienes mejor instruidos de su deber acabarán por corregir y no encontrar dificultad alguna en modificar el discurso.



La facultad de filosofía sólo admite los deseos que surgen a través de prescripciones tomadas de la razón y limitándose a sostener aquello que el hombre debe y puede hacer. No se requiere mucha sabiduría sino de que sepa atender a la razón algo que al pueblo no le interesa y al gobierno sólo en la medida en que dicha razón no atente contra el bienestar común.  A pesar de que el gobierno incida en el pueblo a través de las teorías e imponga lo que mejor le parezca para alcanzar influencia sobre el pueblo, la facultad de filosofía tiene el deber de velar porque aunque no se diga públicamente toda la verdad, al menos sí sea verdad todo lo que se diga y sea establecido como principio. Por eso no puede dejar de blandir sus armas contra el peligro con que se ve amenazada la verdad, custodiándola ya que las otras facultades no dejan de servir al gobierno en su afán de dominio. De ello se dice que si se atendiera a la facultar inferior se podrían invertir los papeles no para que los de la facultad inferior sean los de la superior pero sí para que se dejen asesorar.





El teólogo bíblico entonces no hace sino servir al dominio del gobierno, pero hay otro tipo de teólogo que sería el que se deje asesorar por la filosofía o incluso mejor si es filosofo al que llama teólogo racional, que se inspira en la razón y vuelve sus ojos hacia la fe religiosa, la cual se basa en leyes propias que cualquier hombre puede ir descubriendo a través de su razón. Sería entonces el compendio de todos nuestros deberes en general tomados como mandatos divinos.  Ya que la razón vuelta sobre la fe religiosa, o verdadera religión no tendría otro objetivo que el mejoramiento moral del ser humano. No quiere decir que las interpretaciones tengan que ser filosóficas, sino que los principios de interpretación deben ser de tal índole que todo principio sea dictado por la razón al ser constatado por las Escrituras de cara a la religión, siendo así mero objeto de la razón. 



Así aquellos pasajes que contienen ciertos dogmas teóricos tenidos por sagrados, pero que sobrepasan todo concepto de la razón pueden ser interpretados en beneficio de la razón, pero los que contengan pasajes no concernientes a la razón práctica tienen que ser interpretados tal como son, ya que corresponden al ámbito de la fe y de la razón especulativa sin dejar de lado la conciencia sobre los límites de la razón. Pues cuestiones de fe no se entiende aquello que debe ser creído sino lo que resulta posible y conveniente adoptar desde un punto de vista práctico (moral) y puede por tanto ser sólo creído aunque no llegue a ser demostrable. Esas interpretaciones son las que han de usar a pesar de que parezcan ser contradichas siempre y cuando se busque esa fe moral que mejora y eleva el ánimo mediante la razón.   Cuando se le tachó a Kant de naturalista al hablar así de la teología respondió que el cristianismo es la idea de la religión que se fundamenta en la razón y por tanto tiene un carácter natural, pero en tanto que favorece las prescripciones de la razón relativas a su difusión pública y al hecho de que cobre vida en nuestro interior, puede ser incluida en el haber de la religión como vehículo, y en cuanto tal se percibe como revelación sobrenatural.



Así pues no va en detrimento la facultad teológica el que la filosófica utilice sus estatutos para fortalecer la propia doctrina viniendo a coincidir con ellos.  Por ejemplo el hecho de que se pregone la salvación del alma, por sí sólo no pueda resucitar al hombre sin más pero sí es capaz de hacerle afanarse por conseguir una buena conducta y sin requerir una influencia extraña no deja esa palabra divina de influir en el mejoramiento y transformación del comportamiento.   Pero sin dejar de lado la creencia a pesar de que ésta pertenezca a un campo fuera de los límites de la razón pero sus efectos sean razonables, sólo entonces la interpretación es auténtica al convertirse Dios dentro de nosotros en el intérprete mismo, pues no conocemos a nadie que nos hable a través de nuestra propia razón siempre y cuando estos conceptos sean moralmente puros y por eso mismo infalibles y no porque puedan o no ser conocidos.

Porque es absolutamente imposible  que el hombre pueda captar a través de sus sentidos al ser infinito y reconocerlo como tal, diferenciándolo de los seres sensibles. Y cuando tenga un fenómeno que le parezca sobrenatural si lo que se le ordena contraviene a la ley moral, habrá de tomarlo por un espejismo.  Así “ la Biblia alberga dentro de sí un testimonio de su divinidad (moral) que resulta suficiente desde un punto de vista práctico, gracias al influjo que ha ejercido en el corazón de los hombres como texto de una doctrina de fe sistemática, expuesta en catecismos y homilías, quedando abierta, no sólo como órgano de esa íntima y universal religión racional, sino también como legado de una doctrina de fe estatuaria que oficie de hilo conductor por un tiempo indefinido…”[1]  el uso práctico de este libro entonces es sin duda el que contribuye a mejorar el ser humano y a estimular sus instintos morales edificándolo, y este texto ha de ser tratado solo como incitación a imaginar cuanto sirva para mejoras las costumbres, ya que el propio hombre s el creador originario de todos sus conceptos y representaciones, y debe ser el único autor de todas sus acciones.  El motivo de la acción de la voluntad libre ha de ser, algo que se funde en el propio fuero interno del hombre y sea inseparable de la libertad de la voluntad misma. Es decir la ley moral, la cual nos arranca de la naturaleza elevándonos por encima de ella en cuantos seres morales, sin considerarla como objeto de nuestro propio querer sino que ocupa un lugar primordial la persona moral de la humanidad.





Este libro me gustó bastante porque pareciera que al menos en cuestión de teoría el concilio vaticano II parece haber leído y escuchado el consejo de Kant. Aunque sé que no es así, (o tal vez sí) ha habido muchos esfuerzos dentro de la teología por volver a consolidar bases sólidas en la razón en la búsqueda de un mundo más justo enfocado en el bien común.



Me gusta sobre todo, porque me clarifica desde su punto de vista, lo que debería ser de la teología. Al ponerle límites a la razón y derivarla sólo a la práctica me parece que le está dando paso a la fe, en medida que ésta corresponda con una conducta que nos favorezca a todos como seres humanos. Aunque pareciera a la luz de ciertas corrientes de ultraderecha en la Iglesia, que esta manera de ver a la teología podría ser mero “utilitarismo a favor de asuntos mundanos como son el comportamiento moral” es cierto que si Dios es amor y se preocupa por nosotros, de acuerdo con la fe Católica, no podía no preocuparle el bienestar  común que desemboca en el comportamiento a la luz de la razón, su comportamiento moral. Santa Teresa de Jesús, bien dice  a sus frailes que los quiere santos y letrados, pero que si no se pueden las dos, lo sean letrados, porque “importa mucho letras para entender y no dañarnos unos a otros” , refiriéndose por letrados a los bien entendidos y entrados en razón, ya que la experiencia de Dios según ella, ha de ser constatada por la calidad de relaciones y acciones que realicemos en bien de nuestro prójimo, y si esa experiencia de Dios no va acompañada de virtudes y frutos morales, “téngase por locura”.   Es así que esta lectura, a parte que es más amena, me ha dado motivos para seguir estudiando filosofía, ya que los motivos de la filosofía  tiene que ver con la búsqueda del bien común con que me he comprometido al decirle a Dios en mi consagración que quería vivir la plenitud en amor a favor de todos mis hermanos.



[1] Immanuel Kant, La contienda entre las facultades de filosofía y Teología. FAOS. México D.F. 1999. Pág. 44

lunes, 10 de octubre de 2011

Vivir en obsequio de Jesucristo.

Somos hombres

que buscamos

vivir en obsequio

de Jesucristo



Te queremos presentar en este espacio vocacional “…amigos fuertes de Dios”, nuestro carisma y estilo de vida en el Carmelo teresiano: vivir en obsequio de Jesucristo. Este es el elemento esencial de nuestra vida. Como Carmelitas Descalzos, seguimos a Jesús. Él es el centro de nuestra vida. Teresa de Jesús centra su historia en la viada de Jesús, en el evangelio.

Este valor absoluto nos orienta nuestro camino en seguir los pasos que Él vivió. Le contemplamos hombre, así como andaba en el mundo.

Queremos vivir en obsequio a Él. El carmelita vive en obediencia a Dios, según las enseñanzas del Maestro, con una dependencia vital a su Palabra: en el continuo meditar la ley del Señor.

El Carmelo descalzo descubre la riqueza de la regla de vida que marca con profundidad el itinerario de relación con la persona de Jesús y donde ofrece un camino evangélico:

* la Regla define el objetivo de vida en el Carmelo: “vivir en obsequio de Jesucristo y servirle con corazón puro y conciencia serena”.

*  El camino para llegar a ese objetivo es el de “meditar día y noche la ley del Señor”. El Señor es Jesús. Su ley es el evangelio que se medita en vigilias de oración.

* La fuente para mantenerse en el camino es la Eucaristía diaria en el oratorio donde se vive el Misterio de la Muerte y Resurrección de Jesús.

* Se da un aviso a los que quieren seguir a Jesús: padecerán mucha persecución; tendrán la cruz como parte de su vida.

*   tener en nosotros los mismos sentimientos de Jesús.

* A los que no llevan en serio la vida en el Carmelo ordena y suplica la Regla en el nombre del Señor Jesucristo, que trabajen en silencio y se ganen su pan.

* La Regla recomienda la práctica del silencio ya que, conforme a la palabra del Señor en el Evangelio, de toda palabra inútil tendremos que dar cuenta a Dios.

* Pide al prior que procure imitar el ejemplo de servicio que Jesús nos da en el Evangelio: “El que quiera ser el primero tiene que ser servidor de todos”

*  Aconseja a los súbditos que vean a Jesús en la persona del superior: “El que oye a ustedes a mí me oye”

* Suscita en todos la esperanza del regreso de Jesús cuando, evocando la parábola del Samaritano, dice que el Señor a su regreso nos pagará.



A lo largo de las páginas de la Regla, de principio a fin, Jesús aparece como aquél que llama, anima, avisa, orienta, critica, suplica, ordena, recomienda, propone, sugiere e aconseja.

Este ideal del Carmelo, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz lo vivieron con intensidad y en su experiencia profunda con la persona de Jesús descubren la importancia de vivir el dinamismo de la vida espiritual en centrar nuestra mirada en Él.

Teresa de Jesús presenta como ideal de vida al carmelita tener la vida de Cristo como el centro de su vocación, descubriendo la humanidad de Cristo como el camino seguro para los contemplativos. Teresa descubre la necesidad de ver a Jesús como hombre porque mirándole a Él, se nos hará nada lo que pueda surgir el camino de los sufrimientos y de la cruz mirándoos a vos cuál estuvisteis delante de los jueces, no se me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán, que se puso en el padecer, todo se puede sufrir; es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero.

Ejercicio constante para el camino de la contemplación por medio de la oración es procurar con todas nuestras fuerzas traer delante siempre porque es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano. La conciencia de que Jesús está dentro de nosotros o fuera, pues es compañía, nos lanza a servirle en todo lo que hacemos y vivimos.

Mirar a Jesús en su humanidad es ayuda y apoyo en el camino porque en negocios y persecuciones y trabajos, cuando no se puede tener tanta quietud y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía.

Jesús es la referencia del carmelita, donde en Él descubre qué tanto ha despertado al amor. Viendo a Jesús  -su entrega al Padre, mercedes que realizó con amor por nosotros, hasta dar la vida por sus amigos-, nos muestra que en toda la vida se vive desde la gratuidad y que las cosas se realizan con un sentido pleno porque amor saca amor. Mirando la entrega de Jesús nos despierta a amar más y entregarnos del todo a Él.

Desde nuestra experiencia de camino, viendo a Jesús hombre, es necesario, para Teresa de Jesús ejercitar la virtud de la humildad porque mientras más se abaja un alma en la oración, más la sube Dios. La humildad teresiana es andar en verdad. Reconocer mi realidad y la realidad de Dios, la humildad es el equilibrio de la vida, de nuestra consagración.

Esta experiencia con la persona de Jesús, en el Carmelo nos abre un panorama distinto donde en nuestra consagración lo queremos expresar en actitudes como la cercanía, el servicio, la acogida, la gratuidad, la providencia, todo esto dado por la relación cercana con Jesús, porque le descubrimos en nuestra oración como el amigo verdadero, el Maestro y compañero.






miércoles, 7 de septiembre de 2011

Divididos!!!!!!!!


En una situación de crisis económica, como la que estamos viviendo, mucha gente se siente amenazada, se ve en peligro y tiene la sensación de haber perdido la seguridad que antes tenía. Esta situación de miedo y de inseguridad tiene consecuencias, como es lógico, en casi todos los ámbitos de la vida. A muchas personas se les han alterado sus relaciones familiares, profesionales, laborales. Se les ha roto su estabilidad interior. Y todo esto lleva consigo mucho sufrimiento y, en bastantes casos, poca esperanza de salir adelante.
Pues bien, así las cosas, yo me pregunto qué papel está desempeñando la religiosidad de muchas personas en una situación como ésta. Me pregunto concretamente, ¿las creencias y las prácticas religiosas nos están ayudando a superar esta crisis? O por el contrario, ¿la religiosidad está complicando y hasta agravando la penosa situación que estamos soportando?
Sin duda, habrá quien se sorprenda de que yo haga estas preguntas. Es verdad que estamos sufriendo una crisis económica y una crisis religiosa. Como estamos soportando una crisis política, una crisis social, una crisis cultural y tantas otras crisis. Pero, en este enorme maremoto que, nos está zarandeando a casi todos, ¿qué tiene que ver la religión? ¿no estamos cansados de repetir que las creencias religiosas están en crisis y cada día pintan menos? Entonces, ¿a qué viene hablar del papel de la religiosidad en tiempos de crisis?
Hablo de este asunto y propongo estas preguntas, ante todo, porque es un hecho que, en momentos de crisis y dificultad, el recurso a Dios y a las creencias religiosas es una de las soluciones y salidas que más suele buscar la gente. Se ha dicho miles de veces que en las trincheras no hay ateos. Este solo hecho, ya explicaría el planteamiento que acabo de hacer y las preguntas que acabo de formular.
Pero aquí estoy apuntando a algo más concreto y más actual. No estoy seguro de que la crisis económica nos esté acercando a Dios o, por el contrario, nos esté alejando de él. En todo caso, de lo que sí estoy seguro es de que la crisis económica, y la consiguiente crisis política, que se ha desencadenado, lo que sin duda está causando es que nos estamos alejando cada vez más unos de otros, nos estamos enfrentando unos con otros, nos estamos dividiendo y cada día nos resulta más difícil entendernos. Lo que lleva consigo que la convivencia resulta cada vez más difícil y con frecuencia desembocamos en momentos de tensión y crispación que nos rompen por dentro y rompen los grupos humanos hasta hacer muy complicadas y hasta imposibles las relaciones humanas de unos con otros.
Ahora bien, en la medida en que todo esto es así, ¿no es cierto que necesitamos una religiosidad que, en lugar de dividirnos y enfrentarnos, nos tendría que servir para acercarnos, para comprendernos mejor, para unirnos y ayudarnos? Es un dolor lo que está ocurriendo. En los años de la transición política, los españoles supimos aparcar nuestras diferencias, tuvimos el acierto de unirnos y quedó patente que un país progresa en la medida en que los ciudadanos se funden en el mismo proyecto que los beneficia a todos. En aquel momento, la Conferencia Episcopal Española jugó un papel decisivo para unirnos a todos. Y el resultado fue el bien de todos. Ahora, sin embargo, yo no estoy seguro de que la religiosidad nos esté uniendo a los ciudadanos de este país. Pero, entonces, ¿qué demonio o qué ángel de religiosidad llevamos a cuestas que, en lugar de edificarnos, nos está dividiendo y nos está haciendo tan difícil la convivencia y la posible salida de la crisis? En definitiva, la pregunta que yo me planteo es ésta: ¿creemos en Jesucristo para unirnos o utilizamos a Jesucristo para enfrentarnos? No vendría mal, tal como están las cosas en este momento, que todos - yo el primero - afrontemos en serio esta pregunta.
Teología sin censura de José María Castillo.
¿Puede tener este texto, resonancias significativas en nuestro México? Ahora que estamos heridos por la violencia, el narcotrafico, y todas nuestras sombras que noes evuelven en penumbras. ¿no será mejor, buscar alternativas qu nos ayuden a unirnos?  deja tu comentario!

jueves, 14 de julio de 2011

¿Voluntad de Dios?

INTRO.



En mis constantes trabajos pastorales y apostólicos he encontrado con frecuencia, personas que llegan a mí con supuestos problemas con la voluntad de Dios. Pero me he dado cuenta que la visión sobre la voluntad de Dios que tienen está fundada en una antropología bastante medieval por decirlo de alguna manera, donde la fe y la predestinación juegan un papel  importante en la toma de decisiones. Por ejemplo, una señora me decía: “mi hijo murió atropellado, y yo quiero resignarme porque esa es la voluntad de Dios, y yo tengo que querer lo que Dios quiera”. Así pues parece ésta aseveración más de índole doctrinal eclesiástica, pero no es así. Entran en juego una antropología que habla de que un hombre que está sometido a los designios concretos del creador.  Hay un amigo que está tratando de develar su vocación. Y cree que Dios tiene planes específicos para él y se pone ansioso porque quiere respuestas claras de parte de Dios. Entonces me surgen varias preguntas. ¿cual la voluntad de Dios? ¿el hombre está determinado por planes específicos y concretos?



Aunque estos temas competen a la fe, es cierto y nadie lo puede negar, que la fe se puede dividir en dos cosas, la revelación directa y aceptación de esa revelación y los signos concretos que nos ayudan a creer , a dar el paso de la fe. En este sentido, creo que voltear a ver la realidad, nos ayuda a intuir lo que Dios ha querido de nosotros. Me refiero a lo que el hombre es no por decisión propia, sino porque aparece así. En este sentido, podemos inferir como mera propuesta , que puede ser aceptada o no, que lo que el hombre es y no decidió ser, fue lo que Dios decidió que fuera.  Esto es: su personeidad. Ya que la personalidad con

corresponde a la historia de cada quién. Creo que podemos preguntarnos, lo que Dios quiere de nosotros si descubrimos lo que ha hecho de nosotros en esa personeidad.



Antes de dar respuesta al problema antes mencionado quisiera exponer mi manera de ver al hombre, para poder responder, dentro de la misma doctrina de la Iglesia, la posibilidad de hablar de una libertad en el hombre, y su responsabilidad ante los sucesos que le plantea la realidad misma, sin contradecirse con lo que evangélicamente y eclesiásticamente hablando se puede considerar la voluntad de Dios, y en mi propuesta, puede surgir de mi manera de ver al hombre, basándome en Zubiri con el término de personeidad.



UNA MIRADA A LA ANTROPOLOGÍA ZUBIRIANA





Para Zubiri, al igual que para toda realidad, la realidad humana tiene un sistema de notas según las cuales el hombre posee una forma y un modo de realidad peculiares. Aquí hay dos distinciones, una, la determinación de las notas que constituyen al hombre, y la otra el esclarecimiento de su forma y modo de realidad. 



Globalmente hablando, el hombre puede dividirse en tres grupos de notas:



La primera división es la que nos hace decir que está vivo: es la vida. Todo ser vivo en que la independencia hay independencia del medio y un cierto control sobre él, en sus acciones tanto activas como pasivas el viviente actúa no sólo por las notas sino en orden al sistema que constituyen. Este momento radical de la vida es un vivir por y para ser sí mismo.



La segunda división es la que el viviente es capaz de sentir lo inmediato, y no nomás la inmediato, el color, o el holor, sino lo otro. Es decir la alteridad, es un sentir en dos momentos, la alteridad y lo sentido. En los animales este sentir es un estimulo-respuesta, las respuestas están signadas, en el ser humano no. Aquí viene la tercera división de sus notas.



La tercera división, es la inteligencia. Al aprehender las cosas como reales, es decir sentir inteligentemente lo real esas notas que según son de suyo. El hombre al igual que el animal siente en impresión el calor, el olor, etc. pero hay una diferencia esencial con el animal, por lo que es igual es en la línea de impresiones, pero el asunto diferencial está en la alteridad, el hombre no siente lo otro como un estimulo respuesta, sino real, que consiste en ser algo de suyo. En el animal es formalidad de estimulidad, en el hombre es formalidad de realidad.[1]



Así el hombre es un sistema de notas que le constituyen como tal, y le diferencian de los demás seres vivos.



Pero este sistema de notas que constituyen al hombre no se agota en sí mismo, sino que precisamente por éstas notas tiene una estructura más radical, hacen del ser humano un modo de implantación en la realidad y una forma de realidad.  Es un modo de ser persona, pero antes de ser persona, o tener personalidad, tiene personeidad, su personeidad tiene que ver con la suidad. Suidad de sus notas que es raíz y carácter formal de la personeidad en cuanto tal, por tanto no es persona por sus actos, ni por sus decisiones, sino que es persona por su suidad, por el hecho de ser sistema de notas específico que en su suidad constituye esa personeidad.  Otra cosa será la personalidad, que es el derivado del constructo de las decisiones o respuestas que decide dar el hombre ante lo real y en el campo determinado de posibles respuestas.   



Entonces podemos decir que el hombre es una realidad formalmente suya, es una realidad cuyo carácter formal es suidad. Es una realidad relativamente absoluta frente a todo y todos los demás. Pero como esta posesión de vida se va realizando, entonces la vida del hombre es ir tomando posesión de su propia realidad en cuanto tal. La persona se va haciendo al ir ejecutando acciones, recíprocamente las acciones se ejecutan porque la vida se plasma en ellas.  

Y es que al hacerse a sí mismo una personalidad, el hombre se ve forzado por la realidad a responder. Porque ya está despegado del estimulo, no tiene sus respuestas signadas, sino que responde, es aquí donde podemos hablar de libertad. [2]



Para poder hablar de cumplir la voluntad de Dios en el sentido oficial de la doctrina católica, es necesario antes explicarnos desde la ésta antropología el hecho de la volición compleja. Pues por mucho que pensemos en medios y fines el hombre se encuentra unitariamente enfrentado con varias posibilidades, entre las que tiene que elegir. No estamos hablando de programarnos a elegir hacia un fin, sino que estamos hablando en términos formales de una apropiación. Es decir, toda libertad es un acto de apropiación. La apropiación de ciertas posibilidades envuelve ciertas características psico-biológicas que no le impondrán una apropiación pero no le dejan suelto ante infinitos tipos de posibles apropiaciones. Estas posibilidades, están llenas de propiedades, si no, no serían posibilidades. Zubiri introduce al término de moral, no en el sentido de sistema de valores, sino en el sentido de que lo que constituye lo moral, es que éstas propiedades sean mías por apropiación. Por ejemplo un carpintero que nace con todas las capacidades físico psíquicas para ser carpintero, no tendría nada que ver con lo moral, si no se las apropia a sí mismo en el hecho, sólo serían una serie de capacidades y habilidades presentes pero sin ser apropiadas a sí mismo. De ahí que la moral no consiste en una recta conducta, sino en una apropiación de las propiedades de mis posibilidades. [3] 

Así el hombre tiene diferentes posibilidades, cada vez que toma una, clausura posibilidades, pero tambíen abre nuevas.  Pero en este sentido, cada que abrimos posibilidades, al igual que cada objeto que tiene respectividad con los demás sistemas, el hombre infiere en los demás con sus decisiones. La realidad es respectiva. En ese sentido, todos somos responsables de todos. Al final, se mira en pro  de la especie humana. Se rompe aquí con el individualismo, sin perder la individualidad.

Repercusiones personales y pastorales.



Ahora bien, a mí me late bastante ésta visión antropológica porque deja en nuestras manos nuestra vida, nos hace responsable de nuestros actos y nos quita juicios de valor moral.   El problema antes planteado en mis apostolados, se refiere a las personas que creen que Dios quiere nuestro mal. Y que no están confromes con la doctrina de la Iglesia que dice que hemos de querer la voluntad de Dios.  Debido a que dentro de la Iglesia y a lo largo del camino histórico que se ha hecho de interpretaciones de la voluntad de Dios, desde las diferentes espiritualidades, ( espiritualidades que interpretan la revelación de diferentes maneras, y son aprobadas por la Iglesia, siempre y cuando no contradigan algo fundamental) me gustaría poner algunos fundamentos doctrinales para una posible espiritualidad que nos ayude a situarnos desde la antropología antes mencionada.  Como comencé diciendo, el pensar al hombre como sustantividad de notas clausuradas, que por ellas mismas, se despega del estimulo, se hace a sí mismo y es capaz de inferir en los otros, podemos decir que es eso lo que Dios ha querido de nosotros, pues eso somos, sin haberlo decidido nosotros, es decir estamos condenados a ser eso, o en sentido positivo fuimos llamados a ser eso que somos. Pero eso que somos es sólo una parte de nosotros, la personeidad no se  agota en para sí misma, sino que abierta a las decisiones de respuesta, y las respuestas de los otros es capaz de irse haciendo. Hacerse es vivir. En este sentido, creo que Dios quiere de nosotros que vivamos, que nos hagamos.





Ahora bien, oficialmente en la Iglesia católica se ha interpretado la voluntad de Dios de diferentes maneras, pero ateniéndome a las fuentes más fidedignas de la doctrina oficial, como son las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia, podemos decir que la voluntad de Dios es el amor. Cuando se le pregunta a Jesús por el mandamiento más importante, dice que es amar a Dios y al prójimo como a ti mismo. Pero esto no nos deja claro en qué sentido se habla de amor. Sin embargo, releyendo los evangelios, y según las actitudes de Jesús, podemos descubrir que amor, para Jesús significa dar vida, devolver dignidades, e incluso dar la vida por los otros, en donde otros, en plural, juega un papel importantísimo, me permito leerlo con palabras de nuestro tiempo, dar la vida por la especie humana.  Si dar vida en el sentido antropológico más arriba expresado, puede consistir no nomás en procrear, sino en permitir que los otros tengan vida, y por tanto, que el otro se haga a sí mismo en la vida, podemos decir que dar vida o amar a una persona es permitir que pueda apropiarse las posibilidades que tiene, y elegir de tal manera que se le cierre el menor número de posibilidades y propiedades que pueda seguirse apropiando, es decir, seguir viviendo.



 Entendido así el amor, como un dar vida y dignificar y permitir más posibilidades de apropiación a los otros (especie) entonces es fácil releer a San Agustín cuando dice “ama y has lo que quieras”.   Esta manera de concebir la voluntad de Dios en la vida, como un amar a Dios y al prójimo, como también a mí mismo, me permite un campo super abierto de posibilidades en las que yo puedo elegir. Deja de lado un sin número de falsas interpretaciones sobre la lectura del a voluntad de Dios. Es decir, Dios deja al hombre libre de apropiarse sus posibilidades a favor de él mismo y de su especie, aclarando mayor importancia el: otros, que el: sí mismo. Pues “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”  Así a mi amigo que está afligido porque no sabe si seguir la vida religiosa o casarse, quisiera responder, que Dios no tiene manuales de vida. Que lo que quiere es que él decida, de manera que pueda seguir aprendiendo a amar, a hacerse a sí mismo. Y tratar de inferir en los otros para darles vida, y no muerte o limitación de posibilidades.  Sé que esta manera de ver la voluntad de Dios pues asustarnos, porque pone nuestra vida en nuestras propias manos. Pero es que esa es la realidad. Nosotros hemos construido religiones, ciencias, ideas de hombre. Nos hemos hecho. Y nos seguiremos haciendo. Y si hay una voluntad de Dios, creo yo que es el amor, entendido como propiciar vida, y no sólo a unos, sino a la especie. Por eso el mensaje de Jesús va a favor de la dignidad de los otros, del respeto, de la tolerancia, de la inclusión. Y Jesús mismo lo dijo, “os dejo el espíritu, para que los lleve a la verdad plena”[4], y después: “ésta es la vida eterna, Padre, que te conozcan a ti y que me has enviado para que el mundo tenga vida, y la tengan en abundancia”[5].















Bibliografía:

-          Zubiri, Xabier.  Sobre el hombre. Alianza Editorial. Madrid: 1986.

-          Zubiri, Xabier. El hombre y Dios, Alianza Editorial. Madrid: 1984.

-          Biblia de Jerusalén. Editorial Esp. Guadalajara. 2010.





[1] Cfr. Xavier, Zubiri, El hombre y Dios, Alianza Editorial. Madrid: 1984. p. 35-46
[2] Cfr. Xavier Zubiri, op. Cit. p. 50-56
[3] Cfr. Xavier Zubiri, Sobre el hombre. Alianza Editorial. Madrid: 1986. p. 361-372
[4] Mt, 13, 24.
[5] Jn. 16, 34.