En el contexto actual de México, la reforma judicial que está en proceso ha generado debates encendidos. Los críticos señalan que esta reforma podría amenazar la independencia judicial, al concentrar mayor poder en el Ejecutivo. Sin embargo, más allá del debate político, cabe preguntarse: ¿cómo podría la ciencia mejorar el diseño de una reforma judicial que sea justa, eficiente y adecuada a la realidad social del país?
La ciencia tiene un potencial inmenso para guiar a los legisladores en la toma de decisiones que afecten el sistema judicial. Primero, es importante subrayar cómo el uso de la ciencia de datos y la estadística puede arrojar luz sobre la situación actual del sistema judicial. Por ejemplo, estudios recientes muestran que en muchos países, incluido México, los sistemas judiciales tienden a estar saturados. Esta saturación provoca demoras en los procesos judiciales, afectando directamente el acceso a la justicia de los ciudadanos.
Mediante la recolección y análisis de datos, los científicos pueden identificar los puntos más críticos de retraso en el sistema, sugiriendo dónde y cómo se debe reformar.Hace algunos años, durante mi trabajo como tallerista en educación especial, me tocó observar cómo la estructura burocrática a menudo ralentiza los procesos que afectan directamente a las personas con discapacidad.De manera similar, un sistema judicial ineficiente puede terminar perpetuando injusticias.
La ciencia, a través de la psicología y la sociología, podría ayudar a reformar la manera en que los jueces y abogados interactúan con los ciudadanos, promoviendo un enfoque más humanitario y eficiente.
Un ejemplo histórico que ilustra la influencia de la ciencia en la toma de decisiones judiciales lo encontramos en el uso de pruebas de ADN para resolver crímenes. Antes de que la tecnología del ADN se integrara al sistema judicial, muchos inocentes eran condenados debido a pruebas circunstanciales o testimonios poco confiables.
Con la introducción de la ciencia genética en el ámbito legal, se han resuelto casos que permanecían abiertos por décadas, y se han exonerado a personas que habían sido injustamente encarceladas. Este avance científico no solo revolucionó la justicia penal, sino que también subrayó la importancia de basar las decisiones judiciales en evidencia verificable.Volviendo al caso de México, una de las áreas clave que podría beneficiarse de la ciencia es la evaluación de los jueces y su toma de decisiones.
Actualmente, en muchos países, las decisiones judiciales están plagadas de sesgos, ya sea de género, clase o raza. En un estudio reciente de la Universidad de Yale, se demostró que los jueces son propensos a imponer penas más severas en días particularmente estresantes, lo que revela cuán vulnerables son las decisiones judiciales a factores externos no relacionados con la justicia. Si los legisladores utilizaran estos estudios para desarrollar sistemas que mitiguen dichos sesgos, podrían crear un entorno judicial más justo. Por ejemplo, el uso de algoritmos que ayuden a identificar patrones de sesgo en las decisiones judiciales podría ser un primer paso hacia una reforma que garantice mayor imparcialidad.
Además, la ciencia puede ayudar a simular el impacto de las reformas judiciales antes de que estas se implementen. Mediante el uso de modelos matemáticos y simulaciones por computadora, los científicos pueden prever cómo ciertos cambios en el sistema judicial afectarán la eficiencia, la carga de trabajo y las tasas de recidiva. Esto es particularmente útil cuando se trata de implementar políticas de justicia penal.
Por ejemplo, países como Finlandia han utilizado modelos predictivos para reformar sus sistemas penitenciarios, enfocándose en la rehabilitación de los prisioneros en lugar de simplemente castigar. Los resultados han sido impresionantes: Finlandia ha reducido sus tasas de reincidencia, lo que ha mejorado la seguridad pública y reducido los costos del sistema penitenciario.
En contraste, si analizamos el proceso de la reforma judicial mexicana, se observa una falta de integración de herramientas científicas en su diseño y evaluación. Esta reforma se ha centrado en aspectos políticos, y aunque puede haber buenas intenciones detrás de ella, las decisiones basadas únicamente en consideraciones políticas a menudo no logran resolver los problemas estructurales.
Aquí es donde la ciencia puede marcar una diferencia. Imaginemos un enfoque en el que, antes de implementar cualquier reforma, se realice una evaluación científica exhaustiva que integre datos sobre los tiempos de resolución de casos, las tasas de recidiva, los costos administrativos y la percepción pública sobre la justicia.
Este enfoque permitiría a los legisladores tomar decisiones informadas y basadas en evidencia, lo que aumentaría las posibilidades de éxito de la reforma.
Finalmente, la psicología y la neurociencia también tienen un rol importante en la justicia. Estudios sobre el comportamiento humano y el procesamiento de la información han demostrado que los seres humanos no siempre son racionales en la toma de decisiones, y esto incluye a los jueces y legisladores. Entender cómo funcionan los sesgos cognitivos y cómo estos pueden afectar las decisiones judiciales es crucial para desarrollar un sistema más justo.
Una reforma judicial que ignore estos descubrimientos científicos corre el riesgo de perpetuar un sistema injusto.Como filósofo, me siento obligado a recordar que la ciencia no puede ser la única guía en la toma de decisiones políticas o judiciales. Sin embargo, como físico y defensor del pensamiento crítico, creo firmemente que una política que ignore la evidencia científica está destinada al fracaso.
En la política, el equilibrio entre la sabiduría práctica y el conocimiento científico es fundamental para construir sociedades justas.
Por lo tanto, mi recomendación es clara: la reforma judicial en México debe basarse en evidencia científica. Los legisladores deben utilizar los datos disponibles, los avances en psicología y neurociencia, y los modelos predictivos para diseñar un sistema judicial que no solo sea eficiente, sino también equitativo y justo para todos los ciudadanos. Ignorar la ciencia en este proceso sería una oportunidad desperdiciada para mejorar verdaderamente el acceso a la justicia en el país.Recomiendo la lectura de "El laberinto de la justicia" de François Ost, que reflexiona sobre los dilemas y desafíos de las reformas judiciales en el siglo XXI, y "The Behavioral Foundations of Public Policy de Eldar Shafir, para entender cómo los avances científicos pueden mejorar la toma de decisiones políticas y judiciales.
¿Cómo específicamente la ciencia podría ayudar ?
Análisis de datos en la justicia penal: La ciencia de datos puede ayudar a evaluar la efectividad de las políticas judiciales existentes, proporcionando estadísticas sobre recidivas, eficiencia en la resolución de casos, y el impacto de las penas, lo que podría orientar una reforma hacia un sistema más justo.
Psicología y comportamiento humano en la justicia: La investigación científica en psicología puede influir en la creación de leyes que mejoren el tratamiento de delincuentes, enfocándose en la rehabilitación más que en el castigo, con el fin de reducir la reincidencia y reintegrar a las personas en la sociedad.
Modelos predictivos y simulación de escenarios judiciales: A través de la simulación de diferentes escenarios con base en cambios legislativos, se puede prever cómo una reforma judicial afectará el funcionamiento del sistema, su carga de trabajo y las posibles injusticias sistémicas.
Justicia basada en evidencia: Las decisiones judiciales pueden beneficiarse del enfoque basado en evidencia, utilizando investigaciones sobre criminología y derecho comparado, para desarrollar un marco de reforma más equitativo y efectivo.
Evaluación de sesgos estructurales: La ciencia puede ayudar a identificar y mitigar sesgos raciales, de clase y de género en el sistema judicial, proporcionando datos que guíen reformas hacia una justicia más imparcial.
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